Construir competitividad
Por una parte deberíamos estar agradecidos. El año 2010, que se acerca a su fin, fue bastante mejor de lo que podríamos haber esperado.
Por primera vez en mucho tiempo hemos tenido un crecimiento económico significativamente superior al que las propias autoridades esperaban. La Secretaría de Hacienda pronosticó una expansión de tres por ciento en el presupuesto original para el 2010, pero estamos cerrando con una cifra cercana al cinco por ciento.
No hemos recuperado el terreno perdido en 2009, cuando la economía nacional tuvo su mayor desplome desde los años treinta con una caída de 6.5 por ciento, pero cuando menos podemos decir que el repunte ha sido bastante más rápido de lo esperado.
Esta recuperación es encabezada por la exportación y en particular por la industria automovilística y la aeroespacial. De hecho las exportaciones mexicanas están ganando participación de mercado en los Estados Unidos. En la recuperación de esta crisis los productos mexicanos han desplazado a los canadienses como los segundos por origen nacional. La industria exportadora mexicana aún queda muy atrás de la china, pero hemos desplazado ya a Canadá como la segunda fuente de origen de productos de importación en la Unión Americana.
En buena medida esta expansión se debe a una frágil competitividad. En México no hemos realizado las inversiones y los cambios de ley que nos permitirían ser más productivos en el largo plazo. Pero ha sido la devaluación del peso de 2008, en un momento en que las divisas de China y Canadá se han mantenido estables o se han fortalecido, lo que nos ha dado ese margen que nos ha permitido ganar mercados.
Para el mediano y el largo plazo necesitaremos más. Si el peso se sigue fortaleciendo, como lo ha hecho frente al dólar y otras divisas, perderemos la competitividad que hemos ganado. Tendremos que seguir dependiendo de vender barato el trabajo de nuestros compatriotas o conformarnos con otro largo periodo de estancamiento, como los que hemos vivido en los últimos años.
Debemos aprender de los alemanes. Ellos viven en una economía con una divisa fuerte, el euro, y tienen los mejores salarios de todo el mundo. Aun así son una potencia exportadora. ¿Cómo lo logran? Mejorando constantemente su productividad.
Esto es algo que los mexicanos también podríamos lograr. ¿Qué requerimos? En primer lugar eliminar todos los obstáculos a la inversión productiva. No llegaremos lejos si seguimos prohibiendo la inversión privada en petróleo, gasolina o electricidad. En segundo lugar debemos fortalecer el sistema educativo, pero no tanto en las universidades, sino en las instituciones de enseñanza media. Mucho ganaríamos si copiamos el sistema de aprendices que permite a los estudiantes alemanes trabajar en la industria mientras obtienen títulos de nivel medio.
Hoy es el momento para hacer las reformas de fondo que nos permitan ser más competitivos. Sólo así lograremos que el crecimiento de cinco por ciento de este 2010 se convierta en una regla y no en una excepción.
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