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Contra la gula, anorexia

ADELA CELORIO

"Lo peor de la gula es que mientras algunos tenemos la suerte de poder comer y ayunar a nuestro albedrío, muchas personas están privadas de lo imprescindible y no pueden siquiera alimentar a sus hijos con lo mínimo necesario. La gula se transforma en pecado cuando ofende el derecho y las expectativas del otro, acaparando y dejándolo sin nada", nos dice Sabater. Además de los problemas relacionados con el colesterol y la diabetes, lo que tiene de malo que nuestros niños se atasquen de chupifritos en el recreo, es que siempre existe la posibilidad de que también se coman a los otros niños y se pongan obesos; cosa socialmente inaceptable hoy en día (lo de la obesidad).

Seguramente usted, paciente lector, ya está enterado de que existe una conspiración global contra los gordos, misma a la que los jóvenes han reaccionado con bulimia o anorexia, y los modistos, con sus letales tallas cero y doble cero. Estando así las cosas, sucede que en México una camarilla de legisladores cachetones, eructando todavía las copiosas comidas y bebidas con que se atiborran en los restaurantes más caros de esta capital -a cargo del contribuyente ¡faltaba más!- por sus hirsutos bigotes decidieron que debe prohibirse en las escuelas la venta de alimentos "chatarra".

Ante tanta necedad, yo me pregunto: ¿desde qué autoridad moral se permiten esos tragones prohibir con la boca llena que los niños (sólo los urbanitas con algún dinerillo en la bolsa) coman golosinas en el recreo? Que me perdonen, pero desde aquí les recuerdo que en primer término, lo que les corresponde es ponerse a dieta para no seguir dando la imagen de cerditos contentos. En segundo término y en calidad de urgente, tendrían que levantar, aunque sea con una grúa de alto tonelaje, el mantecoso trasero que tiene depositado sobre niños y maestros la líder inmoral del magisterio; porque es ya insoslayable el compromiso de oxigenar el corrupto sistema educativo empantanado hace tantísimos años.

La obligación de los legisladores es hacer leyes que velen por nuestra seguridad, para que como los niños antiguos, los cibernéticos de hoy puedan corretearse en la calle al grito de "Uno dos tres por mí".

Que cuenten con espacios y vecindarios donde puedan jugar libremente sin sentirse amenazados (me refiero aquí a los urbanitas que por la inseguridad deben permanecer encerrados en pequeños departamentos) andar en bici, patinar y hasta iniciar a trompadas alguna entrañable amistad.

Está más que demostrado que ante el impedimento de jugar con los vecinos en la calle o en el parque cercano, hoy los niños deben pasar muchas horas de su día inmóviles frente a la pantalla de la tele; generando altas dosis de ansiedad que con frecuencia resuelven comiendo, por lo que, lo adecuado es bajarles la ansiedad y no la comida; porque ya sabemos a lo que conducen las prohibiciones.

Estoy imaginando que nuestros legisladores son extranjeros y por esa razón no se han enterado de que el verdadero, el mayor, el dolorosísimo problema de nuestro país, es la miseria y el hambre. Recién llegados de extrangia, ignoran que el azote de los niños en el campo, es la desnutrición.

Yo como madre, preferiría que en lugar de andarse preocupando por los que comen demasiado, se preocuparan primero por los que no tienen nada que comer. Mientras libramos una guerra que además de romper el orden social consume una parte muy significativa de nuestro presupuesto, mientras padecemos una crisis económica que se ha convertido ya en un estilo de vida, mientras el miedo y la inseguridad pasan la cuenta en neurosis, ataques de ansiedad y una novedosa variedad de enfermedades mentales, mientras todos los medios nos bombardean con la amenaza de que cuando despertemos los dinosaurios van a estar ahí; nuestros legisladores se aplican a fastidiar a los niños quitándoles sus chupifritos; aunque parece que en las últimas horas han cambiado de opinión y ahora aseguran que basta con bajarles el nivel de calorías a las frituras.

¡Tanto brinco estando el suelo tan parejo! Si consideramos el altísimo precio que los cerditos contentos nos cobran por tan inútiles deliberaciones para acabar volviendo al punto de partida; podemos concluir que sería mucho más saludable invertir ese dinero en alimentos para los niños que padecen desnutrición.

Adelace2@prodigy.net.mx

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