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CONTRALUZ

NUESTRO PROPIO MILÍMETRO

MA. DEL CARMEN MAQUEO GARZA

En el ambiente se respira un aire raro; lo indecible se sucede día con día, en tanto las noticias que llegan a nuestros sentidos amenazan con descorazonar a cualquiera. El planeta como bestia herida emite un lastimero quejido por cada una de sus creaturas que perecen a causa del desamor. Las grandes potencias libran guerras absurdas en las que sus hijos son inmolados de manera inmisericorde en aras del crecimiento económico, quienes las dirigen desde sus asépticas posiciones se mantienen a salvo de polvo y sangre. En las calles las ideas tratan de imponerse por la fuerza llevándose de encuentro a una población civil inocente que se vuelve carne de cañón. Hace una semana en la Sierra de Durango se abatió a tiros a una decena de jovencitos quienes murieron víctimas de la pobreza, de la ignorancia, de la imprudencia propia de su edad. Nadie vio nada, nadie sabe nada, en tanto los últimos ecos de muerte se disipan en alguna remota cañada.

En el Distrito Federal se localiza el cuerpo de Paulette, una pequeñita quien desde las primeras horas de ser reportada como desaparecida cautivó a la sociedad en general; sus restos mortales se recuperan en circunstancias por demás extrañas que a todos nos llevan a cuestionarnos si acaso hay algún lugar seguro sobre el planeta, cuando la propia casa se convierte en trampa mortal para los más pequeños.

Levantamos nuestra voz para denunciar el estado de cosas que guarda el mundo, el país, nuestra niñez; cada cual a través de sus propios canales expresa angustia, enojo, impotencia... Conminamos a las fuerzas públicas a dejar de hacer lo que han venido haciendo; hablamos de un urgente "ya basta" cada cual desde su propia tribuna, y esperamos entonces que todos los demás hagan algo efectivo para cambiar lo que sucede allá afuera...

Tristemente nada pasa, por el contrario, conforme avanzan los días y las semanas los fenómenos parecen exacerbarse, se crecen como ondas expansivas que aturden nuestro entendimiento y llevan al repliegue de nuestros personales sentimientos...

Entonces nos invade el temor de que las amenazas estén a la vuelta de la esquina, acechando con sus ojos de inframundo cada uno de los movimientos de nuestros niños. Ese malestar lo interiorizamos, nos va invadiendo la desazón y en cierta manera nuestras iniciativas se anquilosan, comenzamos a sentirnos abatidos, no alcanzamos a ver una puerta de salida y escondemos la cabeza cual haría la avestruz. Ahora que venimos tocando fondo como sociedad, es precisamente el momento de sacudir nuestra cerviz de viejos polvos e inventar una nueva manera de ver las cosas, asomarnos cada uno de nosotros al espejo de nuestra propia existencia y entender de una vez por todas que si las cosas no han cambiado afuera, ha sido porque en algo nuestra actuación personal no ha sido la mejor, y que lejos de lanzar patadas al aire es momento de plantar esperanzas.

Estoy convencida, la poesía cura: Hay un pensamiento que me cautiva, proviene de la obra "Vivir Adrede" de Mario Benedetti, nuestro amado poeta quien muy a su manera, entre el soliloquio íntimo y el contra-texto irreverente nos revela las grandes verdades de todos los tiempos. Él dice muy a su manera que es feliz "con el milímetro de universo que le ha tocado en suerte poseer".

Ello invita a aplicarlo a nuestro diario malestar frente a un planeta que parece ir girando en sentido contrario a lo que debiera: Nada vamos a cambiar con lamentaciones; difícilmente nuestros gritos van a traspasar los oídos de los sordos que gobiernan al mundo. Los golpes ni siquiera rozan al enemigo quien regresa palos con ráfagas de plomo; el enojo no podrá jamás sembrar simientes de futuro, como tampoco una guerra habrá de apagarse con otra guerra.

Dice el amado uruguayo de un modo incidental, como quien va pasando, observa y canta: "Los escépticos no logran escapar del viejo laberinto"... "Los optimistas hacen un nudo con sus certidumbres y llenan su bolsillo de poesía". Va siendo hora de dejar de llorar y comenzar a inventar nuestra propia canción; abandonar la búsqueda de culpables y hallar responsables dentro de nuestra propia piel. Momento de cambiar el señalamiento acre por un asumir lo que a mí me toca, en ese precioso milímetro de universo que la vida me ha confiado.

El daño es mucho, el cambio a muy largo plazo, poniendo cada cual su pequeño gran esfuerzo en una tarea conjunta: El primer paso del largo camino está a mis pies y la sanación de la raza humana en la punta de mis dedos; tomemos cada cual ese precioso milímetro y comencemos a sembrar paz con toda la fe puesta en ello.

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