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CONTRALUZ

NAVIDAD CON SIGNIFICADO

POR DRA.MA. DEL CARMEN MAQUEO

Llega diciembre con su ambiente festivo; la ciudad luce sus mejores galas, lo que despierta en nosotros un espíritu de alegría muy particular, que llama a ese niño que todos llevamos dentro. En estos primeros días del mes ya se deja sentir la algarabía, sin embargo a la par suya se incrementan la angustia y el desasosiego por las implicaciones que una fiesta costosa puede traer consigo. En cuestión de adornos todo nos gusta, y si estamos desprevenidos puede aflorar una dormida compulsión por comprar, inclusive muchos objetos que finalmente no van a tener ninguna utilidad práctica.

Por otra parte, en el ambiente se van percibiendo fenómenos muy o particulares propios de la temporada, que posiblemente con la situación económica que vive el país hoy en día, sean más marcados este año. En un afán de preparar nuestra fiesta familiar acudimos a los centros comerciales; nos apretujamos dentro de ellos, nos tornamos irritables, rezongamos y explotamos.

Entonces la convivencia familiar va dando signos paradójicos: Festejamos pero pagamos una elevada factura emocional por hacerlo. Para los creyentes la época navideña representa la celebración de la venida de Dios niño al mundo; esto es lo que marca la festividad cristiana, aunque de hecho solemos festejar de maneras bastante paganas. El nació en un humilde pesebre, pero nosotros rodeamos muchas veces la ocasión de oropel y fastuosidad.

Ahora bien, estamos expresando nuestro apego a la vida, pero en muchas familias se presentan pleitos irreconciliables y quizás hasta haya luto. El alcohol hace su aparición en escena; surgen las imprudencias del padre de familia alcoholizado que se niega a ceder el volante a una persona no intoxicada, lo que muchas veces termina en la sala de urgencias o en la morgue.

Particularmente en este 2010, cuando la economía doméstica no ha sido nada sencilla de afrontar, sería de utilidad replantearnos de una vez por todas el sentido de la Navidad. Alejarnos de las agudas paradojas propias de esta época, y retornar al propósito último de la festividad, no sólo por economía doméstica, sino por rescatar el verdadero origen de la fecha, y obsequiarnos una festividad con significado para nuestra vida personal.

Ocasión de detener por un momento la marcha y preguntarnos cual es el objetivo último de nuestra celebración. Si es el objetivo cristiano asociado al nacimiento del Salvador, vale la pena vivir la ocasión con espíritu de reflexión, de manera sencilla y generosa, compartiendo lo que se tiene con los menos afortunados.

Si nuestro propósito es la convivencia familiar, vale entonces recordar que los momentos más significativos junto a los nuestros son aquéllos en los que abrimos nuestro corazón frente a ellos para compartir nuestros pensamientos más profundos, y los sentimientos más íntimos. No tiene que hacerse un desembolso mayúsculo, como tampoco un despilfarro en regalos caros, cuando lo más importante no radica en lo material.

Ahora bien, si se trata de disfrutar, extendamos nuestro disfrute a lo largo del día. El andar precipitados e irritados de tienda en tienda preparando aquello que será más delante disfrutable, no hace más que mermar en mucho nuestro saldo final.

Dios hecho hombre vino a mostrarnos de manera contundente que la promesa con que contamos es la de una vida eterna. Entonces que las cosas de este mundo no nos alejen de esa intención divina. Vivamos la Navidad con sencillez y alegría como haría un niño.

Que la capacidad de asombro nos facilite hallar la festividad especial.

Demos gracias al cielo por lo que tenemos; lejos de amargarnos por lo que no está a nuestro alcance poseer; hagamos cuentas de nuestras bendiciones, y demos gracias por ellas: Vida, salud; familia, amigos. Hay múltiples momentos para reconocernos afortunados por lo que somos y lo que tenemos.

A mayor sencillez menores expectativas; a menores expectativas más ocasión de goce; entonces acogemos aquello que nos llega, y sabemos sacar partido de lo mismo. El mal que subyace debajo de muchos fenómenos sociales de nuestros tiempos se llama “vacío existencial”. Esto es, vivimos vidas precipitadas, apegadas a lo material.

Nos angustia profundamente estar solos, muy probablemente jamás hemos experimentado un momento de convivencia “de mí conmigo”. Nos rodeamos de objetos, de ideas, de barreras, y nos aislamos. Tantas veces carece nuestra existencia de un significado tal, que nos determine a afrontar cualquier contratiempo, y ante el primer obstáculo nos arredramos. No hay una verdadera razón para poner el mayor de los empeños... ¿Qué mejor oportunidad entonces, para hacerlo, que esta temporada? Deseo para el ser humano que al término de este período salga renovado, con baterías recargadas, y con un proyecto de vida incluyente, una tarea generosa, que le permita a ese ser humano trascender a partir de su misma temporalidad.

¡Feliz inicio de temporada navideña! http://contraluzcoah.blogspot. com

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