Así, sin un solo silencio prolongado, sin ideas a medio terminar, te lo digo de frente, con la mirada clara, con un cielo sosteniendo mi convicción: aquí sólo estamos tú y yo. Tú, que tal vez te sientas confundido al saberte parte de esta ilusión, y yo, que enclaustro el mundo con palabras que pretenden expresar el pensamiento.
¿Cuántas palabras conocemos? ¿Cuántas permanecen ajenas a nuestra comprensión? La realidad se construye en base a lo que podemos conocer e interpretar por medio del lenguaje.
El idealismo dice que no podemos conocer la realidad tal cual es, pues el mundo se nos presenta y nosotros construimos re-presentaciones de él; es decir, ideas a partir de lo que percibimos, de lo que está fuera. Luego, tenemos a los empiristas, quienes instauran a la experiencia como la única capaz de otorgar conocimiento, o sea que nuestras experiencias van definiendo lo que somos. Si no tenemos una experiencia sensible de algo, no podríamos conocerlo. Más tarde, surgirá una de las corrientes más interesantes, el constructivismo, el cual plantea que todo lo que percibimos no son más que constructos personales, los cuales vamos edificando conforme a lo que experimentamos. Definir qué es la realidad y qué es aquello que podemos conocer han sido preguntas fundamentales para el hombre a lo largo de toda la historia del pensamiento.
Mediante el lenguaje pueden crearse mundos que existen para quien los erige, para quien los adopta y los hace parte de su vida. Las palabras nos refieren significados, los cuales nos encargamos de interpretar, por tanto, lo que conocemos son los significados que cada quién se construye. "Cuando elaboramos un conocimiento no estamos representando algo que estaría ahí afuera en la realidad, estamos construyendo de par en par un objeto original que no representa ningún trozo de realidad con el cual estaría en correspondencia", expone Tomás Ibáñez en uno de sus artículos.
El conocimiento es una construcción diferente a la realidad que nos permite entenderla a nuestra manera, con nuestras propias capacidades. Todo lo que tomamos por verdadero "no representaría nada si no es porque nosotros hemos decidido que represente algo. Es una decisión puramente convencional", reconoce.
Saussure, explica que: "El lenguaje tiene un lado individual y un lado social, y no puede concebirse uno sin el otro." Este teórico dice que gracias al funcionamiento de las facultades receptiva y coordinativa del sujeto se van formando improntas (impresiones) que llegan a ser sensiblemente las mismas en todos. Por ello, la lengua sólo existe en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de una comunidad.
Por su parte, Heidegger, filósofo alemán del siglo XIX, lo expresa de una manera muy simple y clara: "El habla nos hace ser lo que somos". Si no tuviéramos las palabras que empleamos, tal vez pensaríamos de una manera distinta. "El hombre se hace a sí mismo", escribe Heidegger. Al nombrar las cosas, estamos imponiendo un orden y una cierta clasificación para aprehender el mundo.
Este fragmento del poema de Villaurrutia ejemplifica un poco esto:
Si empezara a decirlo con fantasmas
De palabras y engaños, al azar,
Llegaría, temblando de sorpresa,
A inventar la verdad.
'Inventar la verdad', es lo que hacemos. Establecer lo que cause certidumbre. Designar ideas y definiciones a las cosas, trátese de objetos, situaciones, estados, etc. La lengua, pues, resulta ser un número limitado de signos para expresar toda la condición humana; cualquier experiencia o práctica que pretenda ser descrita tendrá que subyugarse a los términos existentes.
Cada idea que pensamos, cada palabra que repetimos, todo se encuentra delimitado por nuestro lenguaje, ese que reproducimos a cada instante, porque hemos hecho un acuerdo colectivo, inventando la verdad para sentir que el caos no impera por doquier y que la comunicación puede ser posible, después de todo. Finalmente, me pregunto, ¿Qué pasaría si no existieran palabras para designar una idea?¿Acaso alguien podría pensarla?
