"La Copa del Mundo será
Recordada como el momento en que África se
Levantó y resueltamente echó para atrás la marea de siglos de pobreza
Y conflicto."
Thabo Mbeki
CIUDAD DEL CABO, SUDÁFRICA.- Escribo este artículo poco antes de viajar a Rustenburgo para asistir al juego México-Uruguay en el Real Estadio Bafokeng. El que el estadio tenga una capacidad de 38,646 localidades y la ciudad menos de 400 mil habitantes nos dice mucho acerca de las inversiones para esta Copa del Mundo.
Uno de los argumentos que los gobiernos siempre han usado para convertirse en sede de competencias deportivas internacionales es el beneficio que las inversiones generarán al país. Según Danny Jordaan, director general del Comité Organizador de la Copa del Mundo Sudáfrica 2010, construir infraestructura "es una de las razones fundamentales por las que quisimos ser anfitriones de la Copa del Mundo. Se trata de lograr más inversión en el país y de generar crecimiento y oportunidades económicas".
Nadie conoce el costo real de este torneo de un mes de duración. Cuando Sudáfrica consiguió la Copa aventuró un presupuesto de sólo 300 millones de dólares. Los cálculos han venido aumentando y hoy oscilan entre 3 mil y 6 mil millones de dólares. Tan sólo el monumental estadio de Johannesburgo, al que algunos se refieren ya como la gran calabaza, tuvo un costo total de 350 millones de dólares. El estadio de Nelspruit, que verá acción cuatro veces en esta Copa, ha costado 138 millones de dólares.
La idea de que esta inversión puede recuperarse es una gran mentira. Simon Kuper y Stefan Szymanski han señalado en su libro Soccernomics que sólo las cuentas más alegres pueden hacer creer que una inversión como ésta puede resultar rentable para un país. Quizá las mejoras en carreteras y aeropuertos representen un valor agregado, pero los estadios quedarán tan subutilizados como tantos de los Juegos Olímpicos y Copas del Mundo en México.
Si se busca construir instalaciones deportivas para los jóvenes, es mejor edificarlas directamente para ese propósito. Si se quiere mejor infraestructura, ésta puede realizarse para satisfacer las necesidades de largo plazo y no las que requiere un uso intenso y breve como el de una Copa del Mundo.
El Mundial genera grandes ingresos, pero buena parte se queda en la FIFA y los equipos participantes. Cientos de miles de turistas llegan al país sede, pero muchos que en otras circunstancias acudirían no lo hacen por temor a los altos precios y a las incomodidades de una competencia como ésta. El Gobierno de Sudáfrica dice que por el Mundial, 500 mil turistas llegarán al país en un mes. Pero Sudáfrica tuvo 9.5 millones de visitantes internacionales en 2008.
Claro que una Copa del Mundo tiene beneficios. La pregunta es si son superiores a los que se habrían obtenido con una inversión similar en infraestructura y servicios directamente dirigidos a la población.
Quizá para Sudáfrica, sin embargo, la Copa deba medirse en términos de creación de identidad nacional. Con 11 idiomas diferentes, y decenas de grupos étnicos, los sudafricanos todavía no se ven a sí mismos como un solo país.
Nelson Mandela, el padre de la patria, consideró muy importante apoyar a los Springboks, el equipo nacional de rugby, un deporte que se veía como exclusivo de los blancos, en la Copa del Mundo que Sudáfrica ganó en su propio territorio en 1995. Hoy toca el turno a los bafana, bafana, la selección de futbol, el deporte de los negros. Respaldar esta gran fiesta es para Mandela un ejercicio de construcción de una nueva nación.
Los priistas pretenden que sólo el Cisen tiene la capacidad de hacer intervenciones telefónicas. La verdad es que casi cualquier técnico con un equipo barato lo puede hacer. Para el PRI, sin embargo, lo importante es desviar la atención de la intervención de gobernadores como Fidel Herrera de Veracruz y Ulises Ruiz de Oaxaca a favor de los candidatos de su partido.