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Creatividad

Diálogo

YAMIL DARWICH

En meses pasados, en la revista Siglo Nuevo, apareció un reportaje sobre la creatividad del mexicano; citó a los grandes inventores nacionales, como Guillermo González Camarena y su sistema tricromático para la televisión de color; o las palomitas de maíz, comercializadas y explotadas por los EUA, hasta llegar a confundir sus orígenes y vendernos como propias las famosas rosetas, que son sabor y goce complementario del séptimo arte.

La creatividad del latino, entre ellos nosotros, los laguneros, es reconocida en el mundo entero.

Recuerde la diferencia que marca a un mecánico mexicano ante uno del llamado primer mundo; le aseguro que con el nuestro no se quedará varado en el camino y ¡hasta con medias nylon!, utilizadas como bandas del motor, logrará llegar al poblado más próximo, si no es que se decide aventurarse a seguir adelante.

Piense en los radiotécnicos -cada vez más escasos por cierto- y traiga a su memoria cómo llegan a solucionar problemas con un muy recortado presupuesto, poca herramienta y sin refacciones originales.

Le escribo de uno de ellos, que tenía su negocio en el Mercado Juárez y ante la falla del sonido del televisor en blanco y negro que ocupaba, logro adaptar las bocinas de un viejo radiotransmisor, logrando así imagen y audio.

Ese ingenio sirve para demostrar nuestra inteligencia para resolver problemas; Luis Dugay, es un hombre de bien que trabaja reparando e instalando aparatos de aire lavado, motivo por el que sus viejos amigos le llamamos afectuosamente "cadete del aire".

Dugay, en alguna ocasión, siendo fin de semana de un verano caluroso, escuchó a Jaime Garza -cafetero empedernido- quejarse al no poder equilibrar su aparato de aire, sentado en un techo con declive; luego de disfrutar su aromática bebida, acompañó a su camarada resolviéndole el problema, utilizando un adobón que recogió en el camino.

A las situaciones críticas en el campo del espectáculo, también les encontramos remedio.

Quizá usted conoce la anécdota del conocido sampetrino que gustaba de la lucha libre y organizaba funciones de gala; en alguna ocasión, habiendo llenado la plaza de toros con el anuncio de la presentación del "Santo, el Enmascarado de Plata", recibió de último momento, ya a mitad de función, la noticia de que el campeón no se presentaría por razones de fuerza mayor.

Un norteamericano hubiera informado y devuelto el costo del boleto a quien así lo exigiera; él, como buen libanés, decidió ponerse la máscara y cumplir lo anunciado. Lo malo fue que, entre el público, un espectador lo reconoció por la falta del dedo de una mano, gritándole: ¡no te hagas Juan, eres tú!

En las ciencias médicas también mostramos nuestro ingenio, tal vez por la fuerte formación en exploración clínica de la escuela francesa y con pocos elementos podemos establecer diagnósticos y salvar vidas en casos de urgencia y lejos de los hospitales con sus recursos.

Recuerdo a un buen amigo, pasante de una escuela norteamericana, que visitando a otro colega en servicio social en un ejido, se sorprendió al verlo atender un parto complicado: "allá costaría el título y hasta la cárcel si las cosas salen mal", comentó; y el amigo respondió: "aquí, si no la atiendo, se muere".

Durante la Reforma Agraria, hubo la oportunidad de construir canales y revestir los existentes con cemento; para bien o para mal de los laguneros, arribaron ingenieros hidráulicos con equipo especializado para medición de declives y trataron de hacer entender a los ejidatarios la conveniencia de su uso. Los nuestros, sólo con pala de mano y su creatividad, lograron los objetivos, ante la admiración de los expertos.

En educación tampoco quedamos atrás; en los setenta del siglo anterior, a las universidades laguneras, arribó el uso de las transparencias y grabaciones sonoras en las cátedras.

Desde luego que se requería de equipo de grabación: mezcladoras de sonido, micrófonos y otras cosas. Carlos Güereca López, no se amilanó con las limitaciones tecnológicas y luego de varios intentos, utilizando la creatividad, logró preparar su primera clase usando el estereofónico de su casa.

Nadie como los mexicanos, -dicen que los chilenos también- para utilizar el ingenio y hacer de un hecho público un chiste o historia jocosa.

Los innumerables ejemplos los dejo a su memoria.

Desgraciadamente, esa enorme creatividad no es explotada productivamente y son otros -extranjeros- quienes se aprovechan de ella, registrándolos a su nombre y beneficio.

La propiedad intelectual es algo desconocido en México, no así para otros; ellos se enriquecen con los inventos y nosotros sólo nos vanagloriamos y presumimos con ellos. Recuerde la historia de los "Nachos" de don Ignacio, restaurantero de Piedras Negras, Coahuila, y la gran comercialización alcanzada con tales frituras.

Ojalá que pronto logremos avanzar en la formalidad y debida atención a nuestra creatividad.

Tan simple que es registrar nuestras creaciones.

Ydarwich@ual.mx

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