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Creer

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LUCRECIA MARTÍNEZ

Desde los tiempos más antiguos, desde que el hombre caminó por primera vez por la tierra, levantó sus ojos al cielo, oyó el trueno, vio el fuego y enfurecerse a la naturaleza, dobló sus piernas, puso sus rodillas en la tierra e imploró a ese ser superior que podía controlar a la naturaleza para bien o mal de los hombres, y se reconoció a sí mismo como su súbdito.

Con el paso de los siglos, se comenzaron a conformar las religiones; un ser supremo, Buda, Zaratustra, Yavé, Zeus, Horus, una vida después de la vida o reencarnación y así hemos transitado por este mundo desde hace seis mil años antes de Cristo y dos mil después.

Se comienza a conformar los pueblos y a integrar las civilizaciones y se ve la necesidad de elaborar leyes que los rijan para establecer un orden y desde el más antiguo código conocido Hammurabi, se plasma una moral y se castiga el daño que se haga a otros, inclusive hasta con la muerte. Es decir nos enseñan a ser buenos.

Hoy estamos ante esa disyuntiva que no hemos alcanzado a comprender, lo importante que resulta defender las creencias y las costumbres, siento y asumo que se me acuse de retrógrada, que es muy arriesgado tomar el camino de negarlo todo, Dios no existe, el Diablo tampoco, ni el infierno ni el cielo ni el purgatorio.

Un adulto podrá desde luego pensar como quiera y es una decisión que se toma de acuerdo a los acontecimientos, experiencias, estudios y libre albedrío, pero a un niño hay que dirigirlo, enseñarle las normas morales que nos han regido desde tiempos inmemorables, para que su convivencia dentro de este mundo sea posible, si no podemos tatuar en nuestro ADN el bien per se, al menos enseñarlo a distinguir, "pero si los padres no saben conducirse y cometen la necedad de abdicar a sus derechos de educar a sus hijos, éstos estarán expuestos a la corrupción de sus flaquezas", Galzac, escribió esto, hace más de cien años y es totalmente actual.

Vivimos en un mundo de sustituciones y desgraciadamente un gran número de padres no lee y no podrá enseñarles a sus hijos la moral desde un punto de vista filosófico-laico y la promoción del ateísmo por los intelectuales a través de sus escritos, conferencias y formas de vida, sin ofrecer al mismo tiempo un sustituto de creencia, va a dejar a un mundo de huérfanos en búsqueda constante de sentido y sin ningún juicio de responsabilidad.

Y es aquí donde las religiones, crean en la sociedad la conciencia del bien obrar y ante unas vidas tan carentes en todo lo afectivo y material, una esperanza de premio y castigo, y un Dios que nos ama, justifica un sufrimiento que no entendemos. Desde luego que religión y creer en Dios no quiere decir que sea lo mismo; se puede creer en Dios y no practicar una religión, pero creer es imprescindible.

Cuando el cristianismo se impuso hace dos mil años, éste sustituyó a todas o casi todas las relgiiones existentes y en menos de quinientos años fue adoptada por el mundo de entonces conocido y esa mutación tan trascendental se puede volver a repetir y no es cuestión de valores, odio esta expresión sino mucho más allá, el alma, que no sé si digan que tampoco existe, requiere un sentido que no es el conocimiento de la inteligencia y si nuestro siguiente dios será la tecnología, las sensaciones sin límites, me da terror pensar en qué vida tendrán mis nietos, a la violencia que estarán expuestos.

Tenemos ejemplos en todas las religiones, desde tiempos inmemoriales, ya se quejaba Amenatón en Egipto de los abusos de los diferentes cleros, de actos de corrupción y manipulacion que en nombre de un dios hacen y deshacen, mienten y cometen todo tipo de tropelías, además pelean a muerte no perder sus canonjías, es verdar y no se puede negar, éstos reflejan a una sociedad en franca descomposición y se podrá ser anticlerical, pero renunciar a las creencias y negar a un Ser Supremo, es diferente.

Tenemos la responsabilidad de defender nuestros ritos, costumbres y creencias, aunque se vea paseé, ir contra la corriente es síntoma de independencia, el mismo Epicuro, que afirmaba no creer nada, respetaba los ritos y costumbres religiosas de su época, ¿seremos más cretinos y soberbios nosotros?

Y como comentaba un amigo en un artículo la semana pasada, y si nadie lo hace ¿yo por qué? Porque yo necesito que mi familia sobreviva, que mis nietos piensen, que sientan que no somos más que una partícula, un suspiro en la historia del mundo y esto tiene que tener algún sentido.

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