Sin vigilancia. En su testimonio, Ana Meza recordó que su recorrido en carretera por el territorio nayarita se caracterizó por la ausencia de policías.
"Un comando fuertemente armado, vestido con uniformes de la Policía Federal, montó un falso retén en la comunidad de Tecualilla para despojar a decenas de personas que transitaban por la autopista Tepic-Mazatlán. Eran entre las 20:30 y las 21:00 horas", se leía el 15 de marzo pasado en la primera plana del periódico Noroeste de Mazatlán.
Un día antes, Ana Meza viajaba de Guadalajara a Mazatlán. Iba con su familia en una camioneta Ford Lobo.
Como si fueran rebasados por trenes, un convoy de tres camionetas y un automóvil que portaban luces destellantes pasaron a alta velocidad.
Cruzaban un poblado llamado Tecualilla, de los primeros de Escuinapa, municipio colindante con Nayarit. De lejos divisaron un retén con hombres armados. Se detuvieron.
Era un retén falso, de ésos que están integrados por hombres que obedecen a la delincuencia organizada. Fue entonces cuando Ana Meza vivió los 40 minutos más largos de su vida.
Apenas se disponían a descender de la unidad cuando escucharon los gritos: "bájense rápido y denme los celulares". La familia de Ana era la tercera en ser detenida, antes habían sometido a dos familias en las que había niños. Los delincuentes les apuntaban con los cuernos de chivo.
"Estaba un retén con hombres encapuchados. Éramos como los terceros que caíamos. Era un retén misterioso porque todos los retenes tienen luces, y éste no tenía", recordó.
"Y nos pidieron las llaves de la camioneta y se la llevaron. Ahí duramos unos 40 minutos, larguísimos 40 minutos. Unos se portaron muy violentos, nos apuntaron. Llegó el momento en que creíamos que nos iban a matar, a todos nos hicieron una bolita y nos apuntaron con los rifles. En ese momento sí dije yo: 'ya nos mataron', creí que mi fin había llegado".
La primera llamada que realizaron al teléfono de emergencia, el 060, tuvo como respuesta una carcajada por parte de la operadora. Ana Meza recordó que todo el recorrido por el territorio nayarita se distinguió por la ausencia policiaca.
"De repente se escuchó una corneta, todos (los delincuentes) se empezaron a juntar, a correr, se subieron a los carros y se fueron".
El objetivo se había cumplido. Se llevaron las camionetas que necesitaban para su actos delincuenciales.
El terror hermanó a las víctimas. Eran ellos y su suerte. Con miedo y de la mano, Ana juntó a los afectados y cruzaron la carretera, recorrieron 50 metros y encontraron una comunidad donde había niños, hombres en las cenadurías.