Desde que se inventaron la agricultura y la ganadería los paisajes naturales fueron modificados y modelados acorde a las necesidades de dichas actividades. En el caso de la agricultura la remoción de la vegetación original y de la biodiversidad presente para establecer monocultivos ha sido el común denominador de la gran mayoría de los sistemas agrícolas o de cultivos. A diferencia de la agricultura, la ganadería coevolucionó en los pastizales naturales, de esta manera su impacto o modificación de los ecosistemas relacionados era mínima o definitivamente benigna, no obstante, los problemas comenzaron cuando la población ganadera creció y fueron necesarios nuevos espacios para el pastoreo. Las praderas y pastizales naturales fueron entonces insuficientes y los bosques y selvas fueron transformados a praderas, acabando con ecosistemas de gran biodiversidad y promoviendo la pérdida de la misma.
Más recientemente, algunos sistemas de cultivo y de ganado se han intensificado de tal manera que pueden llamarse sistemas industriales, en éstos el ganado es casi un elemento incidental. A partir de la década de los ochenta en México y en otros países, la actividad ganadera se reorientó hacia la adopción de sistemas de producción industriales caracterizados por el confinamiento de miles de cabezas de ganado en instalaciones construidas ad hoc para este propósito, y por el uso intensivo de grandes cantidades de insumos. Particularmente esto ha ocurrido en tres agroindustrias la porcina, la avícola, concretamente huevo de gallina y carne de pollo, y en la de bovino lechero.
Las explotaciones industriales y su crecimiento han ocasionado diversos problemas entre los que destacan los ambientales, los sociales y los de salud pública. Dentro de los primeros, se pueden mencionar los impactos en la calidad del agua y los ocasionados por las emisiones de gases de efecto de invernadero (GEI), ambos estrechamente relacionados con el estiércol que se produce en los reducidos espacios en los que se cría el ganado. Los impactos sociales se observan principalmente en el desplazamiento de las granjas familiares y su consecuente impacto sobre la economía rural, las cuales prácticamente han desaparecido del ámbito agropecuario. Se trata ni más ni menos de una agricultura insustentable.
Todas estas formas de deterioro y degradación si bien tienen como causas fundamentales a los enfoques y decisiones económicas, políticas y sociales, se debe aceptar que el componente técnico se ha desarrollado también en congruencia y su aplicación en muchas ocasiones ha sido cuestionada.
Pero nuevos enfoques aparecen alentadores en el horizonte, la agricultura ecológica por ejemplo ha sido retomada con renovado interés por los productores de cultivos y ganados en los países europeos. En estos lares casi cuatrocientas mil hectáreas han sido convertidas a la agricultura ecológica. Muchos agricultores están abandonando el uso intensivo de productos agroquímicos, y muchos consumidores se preocupan cada vez más por la forma en que se produce su alimento. Además han desarrollado un sistema de normas de registro y certificación de alimentos ecológicos, que otorga seguridad a quien los compra y protege de la competencia desleal a quien produce los alimentos ecológicos.
¿Por qué en México existe tanto retraso en la adopción de este u otro enfoque sostenible? Quizá se deba a que se conoce muy poco sobre estos temas y que por esta falta de información, se está muy lejos de entender lo que significa la agricultura ecológica. Me consta que los primeros en darse cuenta de dicha falta de información son los productores, en este sentido, debiera realizarse una mayor investigación no sólo técnica, tendría que ser también económica, histórica, social y política para lograr una redirección hacia una agricultura sostenible.