Es cosa bien publicitada la participación creciente en México de la mujer en los asuntos públicos y las actividades económicas. Los porcentajes podrán no ser aún muy impresionantes pero, comparados con la situación de todavía pocos años, los avances son significativos.
México no ha sido remiso en destacar a un buen número de mujeres en diversos campos de la literatura, la academia, la política, los negocios.
Después de que en 1953 se otorgó el derecho al voto, la participación de la mujer en el Gobierno es perceptible. Actualmente hay dos secretarias de Estado y hasta recientemente eran dos las que gobernaban entidades federales.
A nivel de los 2,439 municipios del país el 3.8% están encabezados por mujeres. El PAN es el que mayor número ha aportado con 30 alcaldías, el PRI con 19 y el PRD con 9. Algunas de ellas han sido producto de alianzas entre partidos. La participación de la mujer en el Congreso Federal actual es de 23 senadoras (18.3%) y 139 diputadas (27.8%).
En el mundo de los negocios, la actividad de la mujer es también evidente. Su contribución rebasa con mucho la función de secretaria. El número de directoras y gerentes, dueñas de empresas, las ha llevado a ocupar puestos de esa categoría en México. El número de mujeres que han abierto sus propios talleres, comercios y centros de servicios administrativos y técnicos crece.
Hay un aspecto, sin embargo, que tiene que llamarnos la atención y que es la forma en que la crisis financiero-económica de los últimos dos años ha golpeado al sector más vulnerable y que se encuentra dentro de las mujeres que forman parte de las comunidades más desfavorecidas del país.
La Secretaría de Desarrollo Social calcula que el 54% de la población nacional vive en condiciones de pobreza patrimonial con menos de 4 dólares diarios. Entre estos, 32 millones cuentan con menos de 2.5 dólares diarios y 24 millones apenas subsisten con menos de 2 dólares diarios. Las mujeres de la población menos favorecida son las que evidentemente sufren más por la crisis.
En las zonas rurales que aportan el mayor contingente de trabajadores que emigran a Estados Unidos en busca de trabajo, las mujeres son las que se quedan solas sin más apoyo económico que precarias remesas de los que se fueron. Ahora que la recesión ha reducido la capacidad del país vecino de absorber nuestros brazos de trabajo, las condiciones se han vuelto más críticas.
Si bien hay débiles indicios de que la recuperación de la economía nacional puede apuntar hacia fines de 2010, las perspectivas para la mujer del campo seguirán siendo dramáticamente tristes.
Es aquí donde los programas federales de alivio a la pobreza requieren ser reforzados por los estados que ahora cuentan con más libertad que antes para ejercer los recursos que les llegarán por concepto de las participaciones federales.
La intensa discusión que se produjo en las última semanas de trabajos legislativos a fines del año pasado sobre cómo distribuir el Presupuesto de Egresos tuvo por tema central que una parte de los senadores y diputados intentaron sujetar con un mínimo de garantías el que tales recursos no sean desviados por los gobiernos estatales hacia gastos socialmente injustificables como, por ejemplo, de campañas políticas que en este año se realizarán en más de 13 procesos electorales, la mayor parte para gobernador.
Prevaleció la tesis de la plena autonomía de ejercicio local de las participaciones con lo que se abrió el peligro mencionado. Sólo la ciudadanía con una acción firme y oportuna podrá presionar a los Congresos Estatales a impedir un mal uso de los fondos que llegan de la Federación dejando sin atender las urgentes realidades de pobreza que esperan atención y promoción socioeconómica.
El papel de la mujer, la que no se encuentre en situaciones económicas de pobreza patrimonial sino que tenga la fortuna de gozar de preparación educativa y un mínimo de seguridad económica, será sumamente importante para hacer sentir su influencia y presión ante las autoridades en ésta, como en las muchas otras coyunturas, que se nos presentan agudizadas por la crisis que México vive.
Es aquí donde la participación de la mujer es determinante.