Las escenas son desgarradoras. Los habitantes deambulan por las calles envueltos en una hedentina que emana de cuerpos en descomposición. No hay manera de trasladar a la literatura lo que deben estar viviendo los habitantes de esa isla antillana. Hay una situación caótica de los mil demonios, donde el agua y la comida escasean de tal manera que están produciendo brotes de violencia. La pregunta es cómo controlar a los sobrevivientes del movimiento telúrico si no es con la intervención de fuerzas armadas que impongan disciplina llevando la concordia a donde no hay ley ni armonía. Son robos y saqueos los que están a la orden del día. Lo que está por verse no quiero ni imaginarlo. A la destrucción seguirá el contagio de enfermedades, consecuencia de cadáveres insepultos, que será una constante con la cual los cuerpos sanitarios tendrán que luchar a brazo partido. La pestilencia actualmente está en las calles de Puerto Príncipe contagiando el aire que respiran los damnificados. No llegan noticias de lo que sucede en el resto del territorio haitiano, pero hemos de suponer que no serán nada halagüeñas.
Convencidos los gobiernos del mundo, de que los haitianos están sufriendo por una calamidad, han tomado la decisión de acudir en su auxilio, enviando vituallas y personal que atienda a los heridos que no sucumbieron bajo los escombros, realizando en sus países acopio de provisiones. Un esfuerzo colosal en que se hace un llamado a la población para que coopere de ser posible con dinero en efectivo, abriéndose cuentas especiales en los bancos. El espíritu de solidaridad campea en el mundo en donde se hacen a un lado las barreras para acudir en socorro de un pueblo que está sufriendo los embates de la desgracia.
Lo que nos dicen los sociólogos es que Haití es el país con más pobreza en el contexto de naciones que habitan en este lado del Atlántico. Tiene la renta per cápita más baja del hemisferio Occidental, es decir, que puede considerarse el país más pobre de toda América. Aproximadamente el 70 por ciento de su población vive prácticamente en la pobreza. En el año de 2007 Haiti tenía una población de cerca de 9 millones de habitantes, de los cuales el 95 por ciento era de origen afroamericano y el resto de blancos y mestizos. Su clima es tropical.
Lo que ahí sucede, en ese territorio que ocupa 27,740 kilómetros cuadrados, mientras lee usted El Siglo de Torreón puede considerarse una tragedia que está causando angustia, dolor, llanto y desesperación.
Al político que recuerdo con mayor precisión es a Francois Duvalier, médico conocido como Papa Doc, quien gobernó, primero como presidente constitucional, convirtiéndose después en dictador con el apoyo militar y financiero de los Estados Unidos de América. Usaba lentes oscuros y hablaba con voz nasal imitando de manera deliberada la imagen del temible Baron Samedi, el señor de los cementerios, renovando la tradición del vudú en su provecho para tener sometido al pueblo haitiano, que era o es profundamente supersticioso.
Eso en el plano espiritual, pues en el físico organizó grupos paramilitares a los que el pueblo les dio el nombre de Tonton Macoute que es un personaje de un cuento con el que se amenaza a los niños con la advertencia de que si siguen portándose mal vendrá a llevárselos el "hombre del saco". Se dice que este grupo pudo ser responsable de haber desaparecido a más de 150 mil personas opositoras al régimen. Los Tonton Macoute era una Policía que violaba los Derechos Humanos, torturando, matando, secuestrando y extorsionando, para perpetuar en el poder a su patrón.
El terror se apoderó de la población el 12 de enero de este año, cuando tuvo lugar un terremoto similar al ocurrido en la Ciudad de México en la década de los ochenta, movimiento telúrico que virtualmente destruyó Puerto Príncipe.
Recordé, al ver este asunto de los derrumbes, que asistí a una sala cinematográfica del Torreón de los años cuarenta que proyectaba la película ¡Cuando la Tierra tembló!, que da título a esta colaboración. En ese filme, si la memoria me es fiel, trabajaban los actores Julián Soler, Arturo de Córdoba y Emilio Tuero, entre otros. La trama era la de un grupo de personas que quedan atrapadas a raíz de un sismo provocando el pánico entre los asistentes a un restaurante, que creyendo que están a punto de partir de este mundo se confiesan unos con otros buscando la redención de sus múltiples pecados. Por antonomasia diremos que es lo que Jesucristo hizo con el género humano por medio de su Pasión y Muerte.