Jóvenes Columnistas

Cuando la violencia nos alcanza

Antonio Rivera

¿Quién no extraña la tranquilidad que otrora se vivía en la comarca lagunera? Ahora, la región trepida inmersa en una paranoia que es agitada por el clima de violencia provocado por la situación del narcotráfico en todo el país y que la ciudadanía comárquense vive de cerca día a día. Basta el simple sonido del escape de algún automóvil, para activar el sentido de alerta de cualquier ciudadano, quien en primera instancia lo asocia con la detonación de una bala, hasta que comprueba lo contrario. Además, gracias a la impunidad existente, este temor se extiende no solo hacia el crimen organizado, sino a otro tipo de transgresiones, como el robo, el secuestro, la extorsión, agresión hacia las mujeres, etc.

Al parecer, casi nadie esta exento de ser alcanzado por la violencia, tal como pudimos ver con los trágicos eventos acaecidos en dos bares de la ciudad de Torreón, donde con toda alevosía, comandos armados abrieron fuego contra los asistentes, falleciendo en ambos eventos personas inocentes quienes solo tenían la intención de divertirse.

A partir de allí, la tranquilidad y confianza de los jóvenes laguneros se ha visto menguada, por lo que han tenido que reducir sus actividades de esparcimiento, principalmente nocturnas, movidos por el temor a ser victimas de alguna ráfaga de plomo que ultraje sus vidas. Mientras, a la distancia sus padres insomnes miran el reloj esperando el retorno de sus hijos.

La gran preocupación es que estas condiciones vayan siendo asimiladas por la población como normales tras acostumbrarse a ellas, haciendo caer a la sociedad en una apatía sobre los hechos y al mismo tiempo gestando el riesgo potencial de la reproducción de los ilícitos, por lo que es urgente combatir el problema, antes de que caigamos en una anomia colectiva, donde sean permitidas conductas que anteriormente fuesen criticadas o temidas.

Mucho se dice, de la lucha armada que el gobierno federal ejerce contra el narcotráfico. ¿Es en verdad eficiente combatir la violencia con más violencia? ¿Será eso más factible que mejorar las condiciones de la educación en nuestro país o generar más empleos y oportunidades? Por supuesto que no.

La violencia como patología social, tiene que ver con el quebrantamiento de las normas que rigen a la sociedad, con la coerción ejercida hacia otros y tiene sus orígenes en la educación que recibimos, pero no solo debemos referirnos a la educación en el ámbito escolar, sino también a otro tipo de instituciones, principalmente la familia, puesto que es en esta donde todo individuo tiene su primer acercamiento con los valores y condicionantes de su conducta hacia la sociedad.

Un niño educado bajo un amplio y reforzado sistema de valores, contará en su vida con la ética suficiente y correrá menor riesgo de convertirse en un adulto que violente a otros. A si mismo, tendrá el criterio para alejarse de las tentadoras redes del consumo de drogas. Recordemos que en una sociedad movida por el mercado, toda industria sin clientela se destina a fracasar, y en el caso del mercado ilícito de drogas, como todos sabemos: “existe quien la venda, porque hay quien la consume”

Si de verdad extrañamos vivir en paz, debemos combatir esta problemática que nos tiene en jaque como sociedad, y para eso es necesaria la acción participativa, no solo por parte del gobierno, pues la solución exige algo más que hablar de educación. Necesitamos un esfuerzo conjunto y acertado de la población en general y los integrantes que manejan el poder en el estado Mexicano. Diseñar una estrategia, que no solo se base en la violencia contra la violencia.

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