Desde hace años, en la terminología popular de la psiquiatría mexicana existe el término del "síndrome de los cuarenta", que algunos, erróneamente, empatan con la andropausia masculina.
Se refiere a aquellas personas -más frecuentemente varones- que sienten perder la primera edad madura entrando en un estado de insatisfacción que les lleva al cambio de usos y costumbres hasta entonces practicados, incluso llegando a lo ridículo.
Así, algunas mujeres deciden mejorar, drásticamente, su apariencia personal incluyendo nuevos peinados, reposición de guardarropa y calzado; concluyen que llegó el tiempo de darse una "restiradita" y hacer una dieta alimenticia estricta para recuperar esa apariencia perdida con los años.
Desde luego que los resultados no son los esperados y algunas de ellas entran en depresión.
Los varones, además de lo anterior, utilizando el poder adquisitivo ganado con el trabajo de años, también mostramos esa necesidad de sentirnos jóvenes y algunos llegan al punto de comprarse un auto deportivo, vestir pantalones vaqueros y camisas de muchacho.
No pocos buscan asistir a antros y bares concurridos por menores a ellos, intentando, de fondo, demostrarse que aún están en "edad", pretendiendo conquistar a alguna jovencita ridiculizándose.
José Antonio Talayero, un psiquiatra reconocido en el Distrito Federal, maestro durante mi vida universitaria, atendía varios de esos casos extremos:
Alguno de ellos llegó a divorciarse para casarse con otra mujer decenas de años menor, rompió su buena relación con los hijos -ellos pasando la segunda década de la vida- y hasta cambió testamento, hipotecando buena parte de sus posesiones.
La juventud no regresó; por el contrario, los sentimientos de culpa y pérdida de amor filial lo condujeron a la depresión.
Afortunadamente la historia tuvo un final feliz y divorciándose de la segunda dama, para casarse con la primera, regresó a su familia para intentar reconstruir vida y fortuna.
Con el paso de los años y el reconocimiento a la mujer en la vida social y profesional, los casos femeninos se incrementan; algunas de ellas no sólo se divorcian, además dejan a los hijos a cargo del ex marido o con otros familiares y se embarcan en una aventura amorosa que pocas veces termina exitosamente.
El fenómeno se incrementa y complica con el avance de la medicina moderna; usted sabe de los efectos de la "pastilla azul", que regresa una vitalidad aparente a los maduros que se niegan a renunciar a la vida sexual activa, terminando por ser un factor de conflicto social: en primer término con la familia del varón, que tarde o temprano descubren las aventurillas sexuales del padre o esposo, presentándose las consecuencias antes descritas.
Por otra parte, la mujer joven que tiene el contacto con el mayor, de primera instancia recibe el impacto de la pseudomadurez intelectual, el éxito alcanzado con los años y, sobre todo, la experiencia que deja la vida. El resultado es un enamoramiento volátil que la lleva, si es casada, hasta el divorcio.
Seguramente conocerá uno o varios de esos casos.
El segundo círculo afectado está constituido por los familiares de la nueva pareja; esposos(as) con sentimientos de ira y rencor por traición; hijos con dolor psíquico de abandono, confusos sobre la jerarquización de valores; incluya a familiares y amigos, involucrados en su vida de relación.
La situación extrema llega con los ahijados del primer matrimonio, que ahora no saben hacia quién orientar su relación familiar política o religiosa, terminando con la pérdida de madrina, padrino o ambos. Seguro también conoce esas historias.
En esas mismas circunstancias, el avance de la medicina moderna hace que los viejos sean más longevos y de mejor salud, de tal suerte que no quieren dejar los espacios que les corresponden a los jóvenes, en la escala laboral.
Para cuestiones de convivencia social, también se crea un "cuello de botella" con esos viejos que exigen -comúnmente con más poder político social- normas y leyes de relación que contravienen los intereses de los jóvenes, aún cuando en muchos de los casos sea para su beneficio.
Así, el desarrollo científico y tecnológico, con el estancamiento de la reflexión humanista, nos lleva a crisis de vida social y cuestionamientos fuertes sobre principios de moral y religión entre los habitantes de un México, que cada día se va haciendo más viejo.
Le invito a que reflexionemos sobre el problema y, conociéndolo, podamos prevenir las consecuencias generadas por su existencia.
¿Conoce usted de alguna situación parecida a las escritas?; tal vez la esté viviendo en su propia familia.
Le pido que no incluya entre los descritos como "síndrome de los cuarentas", los casos -que también se están incrementando escandalosamente- de divorcios por causas varias; también lo invito a que tomemos conciencia de los efectos secundarios de la vida posmoderna que estamos empezando a vivir, con las consecuencias que nos traen consigo.