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Cuida tus palabras...

ADELA CELORIO

Andamos en carne viva, la pura queja, nos duele todo, lo que se hace y lo que no se hace: si pagamos nuestros impuestos y acudimos a las urnas a dar nuestro voto puntualmente ¿por qué nos va tan mal? ¿por qué los nacos y los diputados? ¿por qué la escalada de precios y el 2010 que según los apocalípticos pinta fatal? En defensa de las virtudes ciudadanas, Demóstenes amonestaba a sus conciudadanos "Si van a limitarse a abuchear o a aplaudir, no veo qué discurso podrá ser capaz de salvar al país sin que los ciudadanos hagamos lo conveniente".

De momento lo conveniente me parece no unirme al coro de saboteadores, porque mal nos irá si insistimos en convocar el mal con pensamientos negativos y en enrarecer el ambiente con nuestro mal-decir; y porque hasta donde la experiencia nos enseña, ningún progreso nos ha llegado nunca de quienes callan cuando les conviene, y despotrican cuando no es así; y mucho menos si los quejosos viven principescamente de nuestros impuestos.

Una moneda de un centavo es más valiosa que el más caro de sus gritos. Me niego a mal-decir y elijo escudarme en la sabiduría de Gandhi que aconsejaba: "Cuida tus pensamientos/ porque se volverán palabras/ Cuida tus palabras/ porque se volverán actos/ Cuida tus actos/ porque se volverán costumbres/ cuida tus costumbres/ porque forjarán carácter/ Cuida tu carácter/ porque formará tu destino/ y tu destino será tu vida".

Para este año en que lo mismo echamos pestes por la guerra del narco y la dureza de la economía, que encendemos cohetes por el multicitado "Bicentenario", creo que lo congruente sería aplicarnos en pensamiento, palabra y obra a que las cosas mejoren. El Bicentenario es un buen momento para reconocer que México se construye día con día por quienes mantienen la fe, trabajan, invierten, crean y se esfuerzan para que las cosas sucedan. No hay que olvidar que apenas hace doscientos años, andábamos todavía bocabajeados, dependientes de un imperio que se tambaleaba, y que sólo gracias a quienes creyeron que las cosas podían ser diferentes, se fue forjando, no de un día para otro, no en una batalla ganada, no en "El Grito de Independencia" sino como resultado de muchas batallas (en 1793 en Guadalajara una conspiración de 200 criollos acaudillados por el padre Juan Antonio de Montenegro, en 1794 en esta capital la conjura hecha por el contador Juan Guerrero y en 1799 también en esta capital, la conspiración de los machetes, todas ellas con el propósito de sacudirnos al régimen español) libradas por mexicanos que nunca perdieron la fe.

Sólo hasta 1821 con la firma del Tratado de Córdoba, se puede hablar de la consumación de la Independencia con la que México inició una nueva etapa donde todo estaba por hacerse. Doscientos años después, una patria honorable, una identidad definida sin folklorismos ni nacionalismos trasnochados, y una ciudadanía dispuesta a construir una sociedad capaz de enfrentar los problemas a través de los cauces de la civilización que protege la vida, la libertad y la dignidad de todos, -una ciudadanía repito- convencida de que el uso del lenguaje y la razón son los instrumentos más poderosos a nuestro alcance, y que tenga muy claro que la democracia por sí sola no produce una forma decente de vivir, sino que son las formas decentes de vivir las que producen la democracia; son conquistas que todavía tenemos pendientes.

Y a propósito ¿podría usted compartir conmigo su concepto de "identidad mexicana"? Ahí le dejo mi correo para que me lo diga.

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