"A Nte tanta invasión de erotismo no es fácil mantenerse fiel tanto en el celibato como en el respeto a los niños". Lo que usted lee no es una broma de cantina producto de altos niveles etílicos en el cuerpo de una persona. La expresión tampoco es producto de un arrebato o un exabrupto. No, el asunto es muy serio, se trata de la voz del obispo de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi, quien así salió a reforzar la tesis oficial de disculpa de la Conferencia del Episcopado Mexicano. La discusión comienza antes.
Según el texto oficial del CEM leído por el obispo auxiliar de Texcoco, una de las explicaciones de la pederastia es que la "sociedad ha tendido a ser muy liberal en la ética sexual y que ha faltado más educación sexual en las familias y las escuelas sin reducirla a una mera información genital que a veces lleva a un libertinaje sexual". Desenredemos el mañoso texto. De entrada la culpabilidad es de la sociedad. Es de ella de donde surgen los impulsos corruptores. La iglesia y los pederastas no han podido contenerse ante esta degradación. De esos renglones santos se desprende que dentro de la sociedad es en la corriente liberal donde se asienta el riesgo. Si la sociedad no fuera tan liberal no habría peligro. Pero hay más en la perla de justificación del horror.
Es en la carencia de más educación sexual en las familias y las escuelas donde se enquista el origen mismo de la degradación. Los culpables son en realidad los padres de familia y el sistema educativo. Porque la educación no debe ser "información genital que a veces lleva al libertinaje". Conclusión: como la información genital a veces lleva al libertinaje sería mejor evitarla. Ahora sí ya nos queda claro: las familias y la educación, el exceso de liberalidad corrompieron a la sociedad. Es en esa sociedad corrupta que se genera la pederastia. La iglesia, pues ni modo, está dentro de la sociedad. El argumento de la CEM es tan torcido y perverso que pretende que las desviaciones personales, individuales, en realidad se explican por una especie de infección que anda en la sociedad.
Pero lo que está a discusión no es qué genera las desviaciones personales, en este caso la pederastia, que por cierto es tan antigua como la humanidad misma. La discusión es otra y se centra en dos preguntas: ¿por qué tantos pederastas se concentraron alrededor de ciertos núcleos católicos?, es la primera que encuentra explicación en la segunda ¿por qué la iglesia católica calló y ocultó durante décadas y en los más altos niveles a muchos pederastas? El razonamiento se invierte, dado que la iglesia oculta, se da la concentración. Qué mejor condición para un pederasta que el control de cientos de miles de alumnos y la sórdida complicidad de las autoridades eclesiásticas. Esa es la historia, eso sí explica que la distribución de pederastas no sea normal, explica por qué se concentraron en ciertas escuelas, en ciertas ciudades y en ciertos circuitos de autoridad eclesiástica.
Pero regresemos con Arizmendi quien trató de deshacer el entuerto del CEM y quedó desnudo (es una metáfora y no tanto) frente a la sociedad mexicana. Para el obispo el erotismo es el diablo mismo. Es el erotismo el que hace difícil ser fiel al celibato. Ah, entonces sí son humanos, sí reaccionan ante una minifalda, ante un escote, ante la carne. Entonces sí hay algo de inhumano en el celibato. Muchos lo pensamos, pero es interesante escuchárselo a un obispo. Pues sí señor Arizmendi, el erotismo es parte de la condición humana, en eso estamos de acuerdo. Por cierto es de lo mejor de la vida, por eso es tan poderoso y creo que usted lo intuye. Pero la diferencia es que para la mayoría de los seres humanos el erotismo no es un problema, ni debe serlo.
El argumento del obispo va más allá: es el erotismo el que dificulta respetar a los niños. Esto es inaceptable y perverso. El erotismo pertenece al mundo de los adultos, pero convive con los niños y los respeta. Sólo los perversos no pueden diferenciar ambos mundos, sólo una mente torcida busca justificaciones para no respetar a los niños. Dele su argumentación a un padre de familia, explíquele que el bikini de la madre justifica la violación del hijo o el sexo oral forzado o la masturbación obligada de alguien.
En su frenética búsqueda de culpables el obispo se enreda "la liberalidad sexual del mundo... ha disminuido las fuerzas morales con las que tratamos de educar a los jóvenes en los seminarios". ¿Quién perdió las fuerzas, los educandos o los educadores? Arizmendi agrega otra explicación: "...cuando están tan invadidos por el Internet, donde hay de todo, es muy difícil que alguien se sustraiga a este ambiente tan erotizado". Conclusión: "...toda la sociedad tiene que revisarse".
Estamos en la Tierra y la búsqueda de culpables importa poco. Aquí hay responsabilidades y ésas no están en toda la sociedad, ni en el liberalismo, ni el erotismo, ni en el Internet. Hay niños violados, violadores y cómplices. Punto.