Cumple El Cascanueces 30 años en México
Hace 30 años que en México, cada temporada navideña, el Hada del Azúcar toma los escenarios. Este ser delicado, etéreo y vestido de blanco y dorado es uno de los personajes principales de El Cascanueces, el ballet más representativo de la Navidad, con música del ruso Piotr I. Tchaivkovsky y basado en un cuento de Ernst Theodor Amadeus Hoffman.
EL HADA DE AZÚCAR
La reina de los dulces, es encantadora. Frente a Clara y al Cascanueces, en torno a quienes gira el cuento alemán, ella ejecuta encantadoras danzas que el pasado viernes por la noche, en el Auditorio Nacional, arrancaron aplausos en su estreno ante un aforo lleno. La noche fue particularmente especial, pues este año, la Compañía de Danza cumple tres décadas de cerrar la temporada anual con esta obra.
El Hada de Azúcar, sin embargo, tiene poco de fragilidad. Su cuerpo, aunque delicado, es puro músculo y fuerza. Cuando se quita su bello tutú aderezado con un brocado dorado, el hada se convierte en una joven mujer con nombre y apellido. Iratxe Beorlegui, primera solista de la Compañía Nacional de Danza, da vida al Hada. Nacida en San Sebastián, España, la bella rubia reconoce que el papel, en lo técnico y en lo histriónico, es más bien sencillo y exige lo justo comparado con otras obras; sin embargo, mantener el encanto, la magia y la elegancia requiere de rigor. Además, la suntuosidad de los más de 150 cambios de vestuario -diseñados por Carlo Demichellis con telas italianas- y la escenografía de Laura Rode que como marca el cuento, crece al llegar la media noche, hacen más disfrutable para la bailarina la ejecución del Hada.
"Esta es una de las producciones más hermosas en las que he trabajado. La música es bellísima y para mí es un placer. Cada año trato de mejorar y hacer algo nuevo para darle frescura a la obra", dijo la española de ojos azul agua en el vestíbulo del teatro.
Sin embargo, el margen de innovación no es mucho. La coreografía está sumamente apegada a creada por el coreógrafo ruso Lev Ivanov en 1892. En 1980, la bailarina rusa Nina Novak visitó México y el entonces coreógrafo de la Compaía Naciona de Danza, aprovechó su estancia para montar un Cascanueces muy parecido al que el viernes por la noche abrió temporada.
Como la magia del ballet no sólo ocurre en el escenario, no es de extrañarse que, quien representó al Hada de Azúcar hace tres décadas, tenga un papel preponderante el día de hoy. La noche del 2 de diciembre de 1980, el Hada de Azúcar era la primera bailarina Sylvie Reynaud; hoy directora de la Compañía Nacional de Danza.
"Es un orgullo festejar 30 años de montaje en México con esta obra, ya que es toda una tradición. Cada año trabajamos para que la calidad técnica de los bailarines siga mejorando", dijo. En su memoria aún están las cinco funciones que se daban al año en Bellas Artes y en las que el /pas de deux/ (paso a dos) con el Caballero del Azúcar, lo compartía con su esposo; el primer bailarín Sygmunt Szostak.
EL CASCANUECES
El papel del Caballero es hoy representado por el joven argentino Érick Rodríguez. Para él, bailar en el Auditorio y más, en este espectáculo, "es la mejor manera de festejar estas fechas de amor al prójimo".
Ahora son 10 funciones y todas en el Auditorio. Sobre una posible gira por el país, Reynaud de cabello corto y rubio, lo ve imposible. Con un dejo de pena, la directora aclara que la escenografía ha sido construida ex profeso para el coloso del Paseo de la Reforma y que, acondicionarla a un teatro más pequeño desmerecería la producción y los movimientos de los danzantes. Hasta el sábado por la noche, el Cascanueces se había representado más de 350 veces en el país.
A los pies de los bailarines hay otro espectáculo paralelo. El foso aloja a la Orquesta del Teatro de Bellas Artes que, cada noche pone la música a la función. Algunos ejecutantes incluso han vestido los diapasones de sus violines con pequeños gorros de duende, para sumarse al espíritu festivo de cada noche en la que interpretan la bella música de Tchaikovsky, bajo la batuta del director huésped, Tadeusz Wojciechowski, que, dicho sea de paso, se lleva uno de los aplausos más sonoros al final de la función.
En las piernas del teatro, la noche del estreno, todo es concentración. Todos los movimientos -incluidos los de los tramoyistas-están calculados con precisión para que noche a noche la niña Clara, protagonista del cuento, reciba un cascanueces de su tío, el juguetero Herr Drosselmeyer. Con amor, la pequeña lo defiende de la envidia de su hermanito Fritz y del asedio de un ejército de ratones. Gracias a su valentía, clara logra convertirlo en un guapo príncipe que, en agradecimiento, la lleva a emprender un viaje por el reino del hielo y los dulces disfruta no sólo ella, sino también los cientos de espectadores que noche a noche buscan un poco del espíritu navideño en esta obra, que estará en cartelera hasta un día antes de la Nochebuena.'