Llanto. Pidiendo por el descanso de sus almas y condenando todo hecho de violencia, el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda ofició ayer en la mañana una misa de cuerpo presente para los 18 michoacanos que fueron localizados muertos en una fosa clandestina en Acapulco, Guerrero. NOTIMEX
"Una vez más, debemos implorar y pedir la reconciliación en la muerte injusta de nuestros 18 hermanos. Que ella pueda servir como una semilla que fructifique para un México diferente, fraterno, justo y libre". Con esas palabras el arzobispo de Morelia, Alberto Suárez Inda, despidió los féretros de los turistas michoacanos asesinados en Guerrero.
Ante esposas, hijos, madres, amigos, vecinos y morelianos en general que acudieron a la misa de cuerpo presente que se realizó ayer en la catedral de Morelia, el jerarca religioso pidió a las autoridades que "por encima de todo se unan para bien del pueblo. Que haya paz y justicia. Que pueda haber un alto a esta ola infame de criminalidad".
En medio del llanto, de lamentos y dolor comunitario que se imponía en el interior del recinto religioso, Suárez Inda roció con agua bendita los 18 ataúdes grises formados ante el altar, recordando que fueron bautizados de igual manera al momento de recibir su fe católica.
"¡Mi papi! ¡Mi papi! ¡Te quiero, papá! ¡Te quiero mucho, papá!", exclamaba una niña al tocar el ataúd de su padre mientras sus hermanas se abrazaban desconsoladas. Escenas similares se replicaban en torno a cada uno de los 18 féretros.
Uno de los dolientes, el senador Jesús Garibay, confió a un grupo de reporteros que el esposo de su hermana y su sobrino estaban entre las víctimas.
El alcalde de Morelia, Fausto Vallejo, lamentó: "Perdimos a 18 morelianos y junto a ellos la integración de 18 familias. Es un impacto para toda la sociedad, porque se trataba de gente buena. La reflexión es que esta tragedia nos debe unir. No nos va a quebrantar la delincuencia".
Sergio Vergara, director de Enlace Ciudadano del Gobierno Estatal, informó que analizan la posibilidad de enviar al Congreso del Estado la solicitud para que los familiares accedan a beneficios constitucionales establecidos en Michoacán para apoyar a víctimas del crimen.
'ERAN A TODA ONDA' Alfonso Calderón recibía abrazos de los asistentes a la misa. Su mirada reflejaba desvelo y sus palabras denotaban incredulidad sobre lo sucedido.
Su hermano, el mecánico Héctor Calderón, fue uno de los asesinados. "Estoy muy nervioso, no sé qué decir", se disculpaba; pasó saliva y repuso: "Él tenía dos hijos de 17 y seis años. ¿Su familia qué va ha a hacer ahora? ¿Quién va a ayudarlos?".
-¿Tienen algún reclamo, pedirían algo? -se le preguntó.
-No sé. No sabemos a quién pedirle ayuda. Uno puede pedirla, pero no se sabe en quién confiar así como está la situación, uno nunca sabe.
Pese a su discapacidad motriz, Alejandro Ávalos fue a la misa. "Todos eran mis amigos. Eran personas a toda onda, siempre echaban relajo, eran de los que estaban siempre pa' delante y sonriendo", dice.
Eleuterio Servín, empleado del taller mecánico Rigo, donde laboraba la mayoría de las víctimas, no paraba de llorar: "Ya estamos un poco más tranquilos. Ya nos los entregaron. Dios los perdone (a los asesinos), y que nuestras lágrimas sean la alegría de nuestros difuntos".
