Trabajadores del Panteón Español bajaron a su última morada el cuerpo de Joaquín Capilla. (El Universal)
México, Df .- El cuerpo de Joaquín Capilla recibió ayer el último adiós al ser enterrado en el Panteón Español, en una ceremonia en la que su espíritu de ganador fue recordado con aplausos y lágrimas de quienes lo vieron como un ídolo, amigo, esposo y hasta héroe patrio.
El legendario clavadista ahora yace en el seno de la tierra, mientras el agua, su mejor cómplice en vida, lo extrañará tal y como sus seres queridos lo demostraron ayer durante su sepelio. Su ataúd café, discreto, sin los adornos lujosos que hacen a la muerte suntuosa, llegó en una carroza fúnebre sin mayores aspavientos, era alrededor del mediodía. La modesta caja mortuoria no necesitaba de mayores lujos: el nombre de su ocupante ya está inscrito en letras doradas como el atleta olímpico más brillante en la historia de México.
La viuda de Capilla, Carmelita Zavala, consternada y con ansias por ir hasta donde el alma de su esposo está ahora, exclamaba con la mirada fija en el ataúd y la voz temblorosa como dirigiéndose al más allá: "Joaquín, por favor, acuérdate de mí, llévame hasta donde estás tú, que yo ya estoy vieja". Sus palabras conmovieron más a los presentes. El semblante de quien fuera la pieza fundamental para que el múltiple medallista superara sus problemas de alcoholismo, era de desolación, de abandono, de reclamo hacia su compañero por haberla dejado en la vida terrenal. "Me duele mucho todo esto y agradezco a los que vinieron a despedirlo con todo mi corazón", continuaba Carmelita desde la silla de ruedas que le impedía acercarse a los restos de su esposo. Después de las oraciones del adiós. El momento más emotivo de la ceremonia llegó. Capilla "escuchó" el Himno Nacional que tantas veces hizo sonar.
Esta vez no se encontraba en lo más alto del podio en Melbourne 1956, donde llegó a la inmortalidad con su medalla de oro; sino en su última morada en la tierra. Pero Joaquín Capilla no quería irse. "Es una señal clara, no quiere dejarnos, se quiere quedar con nosotros", decía una de sus familiares.
El agujero donde descansaría el féretro no era lo suficientemente grande para albergarlo.