"Un reino fundado en
La injusticia, nunca dura".
Séneca
Na vez más la misma tragedia. Una familia fue baleada este domingo 5 de septiembre por militares de un retén en la carretera Monterrey-Laredo. Al parecer el conductor del vehículo no detuvo su marcha cuando se le ordenó que lo hiciera. Los soldados dispararon contra el vehículo y mataron a un joven de 15 años de edad, Alejandro Gabriel de León Castellanos, y a su padre de 52 años, Vicente de León Ramírez. Otros tres adultos y dos menores quedaron heridos.
No hay indicios de que el vehículo transportara nada ilegal ni de que los ocupantes estuvieran involucrados en alguna conducta ilícita. Se trata simplemente de nuevas muertes incidentales: de esos "daños colaterales" que, en las guerras, todos lamentan, pero nadie puede o quiere evitar.
Esta vez no hubo un intento por los militares de ocultar o tergiversar lo sucedido. Nadie colocó armas en las manos de los muertos, como ocurrió con los estudiantes del Tec de Monterrey Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo el 19 de marzo. Tampoco se buscó presentar falsamente los hechos como un fuego cruzado, como aconteció con el ataque a la familia Almanza Salazar el 3 de abril en Ciudad Mier, Tamaulipas, que dejó a dos niños muertos, Martín y Brayan. En esta ocasión el secretario de Gobierno de Nuevo León, Javier Treviño, ha señalado que la agresión contra la familia De León fue un error y que la Procuraduría de Justicia Militar ha comenzado una investigación.
Quizá sea inevitable que un Ejército que realiza labores de Policía caiga en este tipo de errores. Para los ciudadanos cada vez resulta más difícil saber cómo actuar ante un retén. En algunos casos quienes participan son delincuentes con uniformes. Detenerse en un retén puede llevar así a un secuestro o a un asalto. Pero pasarse de largo, por temor o distracción, puede ser una condena de muerte. Los ciudadanos somos siempre las víctimas en este juego letal.
La estatura de las Fuerzas Armadas a ojos de la población no se ha visto afectada todavía por estos casos. Las encuestas de opinión siguen mostrando al Ejército como la institución del Gobierno mexicano que goza de mayor aceptación. Pero si estos incidentes se siguen sucediendo, los mexicanos empezaremos a ver a los soldados con el miedo que hasta ahora reservamos a las policías.
La Secretaría de la Defensa Nacional ha asumido una actitud responsable ante el ataque a la familia De León. Lo mismo ha ocurrido con las muertes de los estudiantes del Tec, una vez que quedó claro que los soldados involucrados habían de ocultar lo ocurrido.
Sin embargo, es importante que los mandos establezcan procedimientos de actuación en los retenes o en operativos para disminuir al máximo las muertes de inocentes. La Sedena está empezando a tomar medidas contra soldados que cometen errores o abusos, pero es importante que haya una mayor transparencia en torno a la acción de la justicia militar y un mayor enlace con la sociedad. Tengo entendido que en algunos casos la justicia militar ha aplicado sanciones a soldados que han cometido abusos o errores criminales en sus funciones policiales, mas nadie fuera del Ejército parece conocerlas.
Ha llegado el momento de cambiar. Uno puede entender que exista un fuero militar en tiempos de guerra. Pero si las Fuerzas Armadas están cumpliendo labores de Policía, entonces el fuero debe eliminarse o por lo menos debe haber una mayor transparencia en la justicia militar. De lo contrario, muchos seguiremos pensando que el uniforme es una simple protección para delinquir sin temor a un castigo.
SHENZHEN
Ayer se festejaron los 30 años de la zona económica especial de Shenzhen, China. Al adquirir una economía de libre mercado dentro de un país comunista, este pobrísimo pueblo de pescadores se convirtió en tres décadas en una potencia económica de 9 millones de habitantes. Shenzhen es uno de los mayores experimentos económicos de la historia y demuestra las virtudes del sistema de libre mercado.
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