De cero a diez
Cuando un bebé nace usualmente es motivo de gran alegría y orgullo para los padres, y en general para toda la familia; todos quieren saber inmediatamente el sexo, el peso, la talla, hora del nacimiento, y desde luego, si sus condiciones generales son perfectas.
Muchas de las preguntas que se manifiestan durante el embarazo, se pueden comprobar desde antes del nacimiento por medio de ultrasonidos y otros estudios, pero otras, solamente podrán conocerse en el instante de que el pequeño llega al mundo; por eso, una vez que nace, es sometido a una serie de exámenes para determinar su estado de salud general.
Y es que después del parto viene un gran cambio para el menor; lo han sacado del ambiente en el que permaneció durante nueve meses y en el que se encontraba protegido. Es por eso que los problemas que se pueden dar en el bebé durante las primeras horas de vida, pueden tener consecuencias dañinas si no son vistas a tiempo.
J. Guillermo Milán Montelongo, pediatra, explica que la calificación de “APGAR” es el primer examen clínico, de observación, que el médico que recibe al niño en el primer momento de su nacimiento, efectúa al bebé para conocer de manera rápida y real, las condiciones físicas del recién nacido.
Iniciando la prueba
Esta calificación fue creada inicialmente por la doctora Virginia Apgar, anestesióloga estadounidense, en el año de 1963. Según el médico, su invención estuvo inspirada por la inquietud y preocupación de la especialista sobre los efectos de la anestesia materna durante el parto, y su repercusión en los bebés. “Anteriormente, los recién nacidos que no presentaban ningún defecto externo aparente, se les catalogaba como de ‘buena salud’, y se les llevaba directamente, de la sala de partos a la cuna, sin una revisión más formal, y en el contexto de un lenguaje que reflejaba su estado general, que fuera conocido por todo el personal medico y de enfermería”.
La doctora Virginia Apgar, llegó a la conclusión de que: “el nacimiento es el momento más divino, pero al mismo tiempo el más peligroso de la vida”; es por esta razón que insistió en que los especialistas que recibieran al nuevo individuo, lo evaluaran en forma dinámica, verídica, y matemática.
La importancia
El primer estudio clínico se realiza en el minuto uno del nacimiento del pequeño, y posteriormente a los cinco, en la misma sala de parto. “En forma ocasional, si existen problemas graves relacionados con las condiciones del bebé, y los resultados de la pruebas tienen una puntuación baja, puede repetirse a los 10 minutos”, dice el experto.
Lo trascendente de aplicar esta prueba estriba en que está especialmente diseñada para que, de acuerdo a la calificación de las condiciones del neonato, en caso de que sean decrecidas, determinar la necesidad de iniciar un tratamiento médico oportuno, eficaz, y dirigido a corregir el o los parámetros afectados, y no sólo mantener al niño en observación y, “a ver qué pasa”.
Según el médico, aproximadamente 90 por ciento de los recién nacidos hacen una feliz llegada a este nuevo mundo; seis a ocho, necesitará de medidas inmediatas; y un uno a dos requerirá medidas extremas de urgencia, que le permitan sobrevivir.
“En este caso, el bebé seguirá un control diferente, y será evaluado por otro tipo de esquema, que dará a conocer la gravedad en forma general o específica, de algún órgano o sistema, como la calificación de Silvermann-Andersen, que evalúa específicamente las condiciones respiratorias del niño”, comenta Milán.
La calificación de la doctora Apgar se emplea universalmente por todos los pediatras que atienden recién nacidos en la salas de parto, así mismo, el personal de enfermería conoce este sistema de evaluación, y está al tanto de las modificaciones que sufre el pequeño ser, hasta lograr su estabilización.
Según Guillermo Milán, para la calificación se consideran cinco situaciones: frecuencia cardíaca, esfuerzo respiratorio, irritabilidad o respuesta refleja a estímulos, tono muscular, y coloración de la piel.
“Cada uno de estos parámetros se evalúan en una escala de cero, que es lo peor, al dos, que es lo mejor, de tal manera que la calificación perfecta que se puede obtener después del examen total es de diez, como en la escuela”.
Si el bebé obtiene un puntaje de tres o menos, se considera que su estado de salud es crítico; si es entre cuatro y seis, se clasificará como “bastante bajo”; y si la puntuación es de siete a diez, se considerará que sus condiciones son “normales”.
Aspectos a evaluar
La frecuencia cardíaca se relaciona con el número de latidos del corazón del pequeño; se califica con dos, cuando éstos son mayores de 100 por minuto (normalmente oscilante entre 100 y 140).
“Se califica con uno cuando son menores de 100, y con cero, cuando no pasan de los 80; en caso de ser así, el pediatra estará atento para que de inmediato se tomen las medidas necesarias, para aumentar el número de latidos cardiacos a la cifra mínima ideal”.
Por otro lado, la prueba del esfuerzo respiratorio, sirve para valorar no sólo la madurez de los pulmones, sino su normalidad y la capacidad de facilitar el intercambio de gases (oxígeno y CO2 en la membrana alveolar o pulmonar).
Si el niño llora en forma amplia y sin dificultad, se califica con dos; si su respiración es lenta e irregular, es decir, con “jadeos” o llanto quejumbroso, con uno; si casi no existe aliento, o es más bien aislado e irregular, la puntuación es de cero, y en este sentido, amerita de acciones de reanimación pulmonar inmediatas, por parte del pediatra.
El tono muscular, por su parte, se evalúa mediante la coordinación de flexión y extensión de las extremidades. “Se califica con dos cuando presenta la fuerza para lograrlo, y su tono muscular es normal; uno, cuando éste es débil; y cero, cuando no se presentan movimientos, y su cuerpecito mantiene el mismo plano de la mesa de exploración”, explica el cirujano pediatra.
La irritabilidad se mide básicamente al momento de efectuar la aspiración de las secreciones, a través de los orificios nasales (narinas) del bebé. Este procedimiento puede llevarse a cabo a través de una sonda nasogástrica, o bien, con perilla.
En esta prueba, se califica con dos cuando al efectuar esta maniobra, el niño reacciona vigorosamente y tiende a retirarse por sí mismo la sonda; uno, cuando existen estornudos inconstantes al realizar los ejercicios de succión; y cero, cuando no se presenta ningún intento por defenderse de tales acciones.
“Por último, la evaluación de la coloración de la piel se efectúa exclusivamente con la observación rápida del niño, lo que nos habla inmediatamente de su bienestar, o por el contrario, de su gravedad”, explica el experto.
Este aspecto final se relaciona con el grado de oxigenación de la sangre; se califica con dos cuando el niño luce “rosadito”; en el caso de mostrar “acrocianosis”, es decir, que el extremo de sus manos y pies descubran un color amoratado; y finalmente con cero, cuando el niño se encuentra muy pálido en forma generalizada, lo que obliga a su pediatra a tomar las medidas necesarias para evitar la falta de oxígeno circulante, en todos los niveles de su organismo.
Con la suma de todos los puntos, aclara Milán Montelongo, se logrará la calificación final, y en tanto sea de diez, o se acerque al mismo, será normal e ideal.
“En caso contrario, se habla de una gravedad en la salud del niño, lo cual obligará al médico a tomar todas las consideraciones precisas, para que mejore su estado, y se aproxime a la calificación ideal”.
La segunda calificación de APGAR deberá realizarse a los cinco minutos, cuando la puntuación inicial haya resultado baja, de siete o menos, y se hayan tomado todas las determinaciones indispensables para su corrección, de tal manera que ésta supere la preliminar, y permita estar en parámetros normales, en beneficio del niño, y para tranquilidad de todo su entorno.
“Una vez que el paciente se encuentre en calificación normal, de ocho a diez, deberá mantenerse observación cercana y continuar su manejo, de recién nacido, igual que el resto de los niños que se encuentran en esa área”.
Cabe aclarar, que ninguno de estos exámenes implica dolor o molestia, y los beneficios son invaluables para acelerar la atención y el cuidado del bebé, y así poder reintegrarlo a la vida y la salud, que pudieran estar en peligro.
En caso de cualquier duda, en el momento del parto, o en los siguientes minutos u horas, los familiares del bebé deberán tener la confianza necesaria para comentarla con su pediatra y resolverla, lo que traerá como consecuencia mantener un buen cuidado del recién nacido y una mejor relación médico – paciente, con un resultado excelente para la vida del niño.
Es de vital importancia que las parejas que van a ser padres por primera vez, mantengan la puntuación de APGAR de su bebé en perspectiva; la prueba fue diseñada para ayudar a los profesionales que tienen en sus manos el cuidado de la salud, a confirmar la condición física general de los recién nacidos y determinar con rapidez la necesidad de atención médica inmediata. La calificación no fue creada para pronosticar la salud del neonato a largo plazo, ni su comportamiento, estatus intelectual, o productividad.
Durante los primeros 30 días de vida, se pueden descubrir la mayoría de los defectos congénitos y genéticos; no todas las anomalías genéticas se manifiestan por su clínica en el momento del nacimiento, pero con el manejo adecuado, se pueden descubrir, prevenir y tratar gran parte de las enfermedades del nuevo ser humano.