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DE LA VIDA MISMA

MIGUEL ÁNGEL RUELAS TALAMANTES

GRAVE

Su estado es grave, repetían todos al ver cómo lo llevaban en hombros, sacándolo del ruedo. De la enfermería de la plaza de toros, lo llevaron de inmediato al hospital. El muchacho miraba todo como entre neblina, y luego distinguiendo a su apoderado junto a la cama, se sintió mejor.

El chico le tendió la mano y el hombre se la apretó fuerte y le dijo: Vamos matador, eso no es nada. Tenemos compromiso dentro de quince días y no podemos quedar mal, sobre todo ahora que se nos vino la rachita buena. El chico incrédulo le preguntó: ¿Y podré torear dentro de dos semanas? Mire maestro, cómo estoy. Vamos hombre, eso no es nada, he visto cosas peores. Además, los hombres, los verdaderos hombres no pueden estar mucho tiempo en cama, y menos como estás tú. Que de otro modo y en otras circunstancias... bueno.

El muchacho quiso enderezarse y el apoderado lo ayudó y le dijo: Esto no es nada, hombre, vamos pa lante. El chico empezó en ese mismo momento su recuperación pensando que habría más oportunidades que ya lo estaban esperando. Se vio otra vez con un nuevo traje de luces y la gente aclamándolo en los tendidos. En otro cuarto del hospital un enfermo estaba ya en plena recuperación, dentro de poco lo darían de alta. Le habían amputado una pierna por un accidente, pero todo iba muy bien.

Entraron algunos amigos a verlo y uno de ellos, expresivo y espontáneo le dijo: Caray, pobre de ti, mira cómo quedaste, y ahora ¿qué vas a hacer así? El enfermo, que antes estaba todo sonriente y optimista se apachurró todito y se puso a pensar muchas cosas. Al día siguiente amaneció grave y esa misma noche murió.

En cambio, el torerillo sanó pronto y a los quince días, bien fajado, estaba de nuevo frente al toro. En el callejón, el apoderado veía feliz cómo se lucía sumatador y elmuchacho que cargaba los capotes y las espadas se acercó y le dijo: Oiga maestro, tan mal que se veía Pepillo y mire como usted lo sacó pronto inyectándole ánimo en momentos tan importantes, cuando se está en la cama de un hospital... Porque maestro, hay cosas que a veces no dan en los hospitales ni fuera de ellos, y son las palabras oportunas, mucho mejores que todas las medicinas juntas.

En el ruedo, Pepillo hacía la gran faena y su apoderado, feliz pensaba en las palabras que siempre tenía oportunas para cada instante de la vida.

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