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DE LA VIDA MISMA

EL QUIJOTE ROTO

MIGUEL ÁNGEL RUELAS TALAMANTES

De la vida misma

Terminaba marzo, con sus fuertes vientos y sus tolvaneras, cuando una mañana lo vimos volar por los aires.

Presurosos acudimos a ayudarlo. Al vernos con sus ojos cansados y tristes, pareció alegrársele el semblante.

No me mueva, espéreme tantito, nos dijo entre ayes de dolor.

Su armadura también lucía averiada y seguramente sus delgados huesos estaban seriamente dañados, pues no podía moverse por voluntad propia.

Algunos pasaban y en lugar de prestarle ayuda se burlaban y decían: Mira al pobre viejo, cómo ha quedado.

A él le llegaban las palabras y volteaba hacia nosotros diciendo: Lo ve, a un viejo, pobre y accidentado pocos los auxilian, nadie lo quiere y en su lugar todos se burlan de mi.

No le contestamos y nos pusimos a buscar la forma de auxiliarlo. Como pudimos lo enderezamos y lo subimos a nuestro vehículo.

Daba lástima, pero él recobraba su aire gallardo y enderezaba su delgado cuerpo, y nos decía más animado:

De ésta, como de otras muchas caídas me levantaré, iré de nuevo por los caminos buscando ayudar a quien lo necesite, aunque al final el pago sean las burlas, las mentiras y los engaños. Ellos con lo suyo, que es lo que sienten y saben y yo con lo mío que es lo único que puedo dar.

Pobre Quijote, tan flaco, tan pobre, tan humilde, y él dándolo todo por los demás.

Al rato llevaba ya su lanza en ristre y miraba hacia adelante, seguramente buscando su caballo o a su fiel escudero.

Esto, ¿es ficción o realidad?

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