SUN CITY. SUDÁFRICA... CUÁNTAS EXPERIENCIAS
Hemos venido al otro lado del mundo, a conocer un país fascinante, hermoso, que nunca tuvimos en la mente visitar, y de pronto, ya para iniciar un campeonato del mundo de futbol, nos animamos a viajar y acá andamos.
Escribimos esto desde una de las habitaciones del El Palacio, un lugar construido junto a uno de los parques nacionales de este país, donde se combina la sabana y la selva.
Para entrar se requiere hacer largas filas, dentro del vehículo, para pagar y recibir instrucciones, porque aquí la cosa no es sencilla, tomando en cuenta que se entra a un mundo que antes perteneció al reino animal, cuyos representantes, en su mayoría, no ha perdido su ferocidad y por ello no admiten fácilmente que los intrusos se instalen en sus dominios.
Ésta es una de las advertencias que nos hacen al entrar, y por medio de letreros que están en las habitaciones, donde piden no abrir puertas y ventanas, pues los monos y otros de su especie podrían entrar y dar problemas.
El Palacio y sus alrededores ha sido utilizado para filmar películas, sobre todo de las de Indiana Jones, estelarizadas por Harrison Ford.
Aquí, mientras leemos historias fascinantes de ese país y sus personajes, hacemos un recuento de lo que hemos vivido entre personas amables, que nos han recibido también con interés, sobre todo al saber que veníamos de un país a cuyos representantes futbolísticos, los bafana bafana se enfrentaron a los nuestros en el partido inaugural, que terminó empatado a un gol.
Como esto será parte de su nueva historia, quieren saber también más de nosotros, y platicadores como somos, no los hemos decepcionado. Ellos a su vez nos narran sus historias y sus vidas, casi siempre llenas de cosas tristes en el pasado reciente, y que va cambiando poco a poco, sobre todo con sus hijos, a los que ya les toca un nuevo amanecer más prometedor.
Ramón Sotomayor, nuestro compañero de viaje, hacía esta mañana un interesante comentario, muy certero, diciéndonos: Yo he visto rostros tristes, sin alegría. Mire, ayer que pasamos por Pretoria, unos señores salían de su trabajo. Eran unos ocho y todos iban serios, como tristes, sin el bullicio y la alegría que caracteriza a los mexicanos cuando andan en bola.
Por la forma en que nos han tratado en todas partes, con mucha amabilidad, nos sentimos agusto, a pesar de la distancia.