Esa niña que creció a nuestro lado, está hecha una mujer.
Nos dimos cuenta de ello no hace mucho, cuando la entregamos frente al atlar.
Llegó más cerca cuando a sus dos años de edad murió su padre.
Fue un 12 de diciembre cuando Emiliano nos mandó llamar.
Quería despedirse y a la vez encargarnos a sus dos hijas, que dejaba a nuestro cuidado.
Se nos hacía imposible que a sus 32 años de edad se fuera, si apenas se asomaba a muchos proyectos.
Dimos nuestra palabra y así empezamos a caminar al lado de dos niñas con las que nos fuimos encariñando, día a día.
Primero Daniela se graduó brillantemente y se hizo una sobresaliente profesionista. Luego se casó.
Y poco después Marielita, su hermana, también se graduó de profesionista y pronto encontró al hombre con el que anhela cumplir muchos sueños, como tener varios hijos.
Y por lo pronto ahí está esperando a una niña, que nos tiene a todos haciendo planes y buscando el nombre ideal.
Esta espera se ha hecho divertida y agradable.
Porque todos anhelamos que Nicole, como en un principio se ha sugerido llamarla, sea una niña mimada, protegida, cuidada y arropada como una reina.
Ya se le tejen chambritas hermosas que parecen hilvanadas por el mismo viento.
Ya se le componen canciones de cuna tan dulces y tiernas que duermen ya a la familia.
Ya se le tiene una alcancía para que no le falte nada.
Ya se le buscan las muñecas más hermosas que todavía hacen en nuestro pueblo manos de artistas.
Ya se la pelean para cuidarla todos los nietos.
Esta espera es incomparable, porque todos aportamos ideas y ocurrencias que a todos nos divierten.
Mariela sonríe y aguanta todo, feliz, esperando y esperando.
