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DE LA VIDA MISMA

CHIMULCO

MIGUEL ÁNGEL RUELAS TALAMANTES

A un lado de Villa Corona, en el Estado de Jalisco, está Chimulco.

Es un balneario famoso entre la gente de Guadalajara, porque muchas familias de esta hermosa ciudad, han ido algunas veces a disfrutar de la belleza, la tranquilidad y las aguas termales del lugar.

Nosotros mismo hemos perdido la cuenta de los años que tenemos yendo a ese sitio de descanso.

Conocemos sus alrededores y a mucha de su gente.

Nos gusta la comida de los coturnos, especialmente la preparada con carne de borrego.

Nos gusta la amabilidad de la gente, siempre dispuesta a atendernos, a escucharnos, a llevarnos a lugares nuevos para nosotros.

Nos gustan las mañanas nubladas, frescas, cuando entre nubes de vapor nos sumergimos en las templadas aguas de sus albercas, para recibir el beneficio de las sulfurosas aguas que mucho nos ayudan a caminar mejor y más ligeritos, ¿o son cosas de la imaginación?

Nos gustan los precios bajos del lugar, lo mismo en la comida que en el hospedaje, claro, porque somos viejos clientes en fondas, restaurantes y búngalos.

Nos gustan los anocheceres, tachonados de pequeñas luces que se mueven por todos los lugares. Son los cocuyos que con su luz, bordan de lentejuelas la oscuridad, como diría el poeta.

Esta vez encontramos cosas agradables y tristes.

Entre las primeras, que la laguna del lugar lucía por fin llena, y que los caminos han mejorado notablemente, pues hay autopistas hasta el lugar.

Que Lupe, la encargada de la oficina, tiene ahora centrados sus sueños en uno de sus hijos que le ha salido bueno para el futbol y ha sido llamado a selecciones juveniles. Ella sueña con que el hijo querido le ayude a cambiar su vida para bien.

Entre las segundas, que los años han hecho daño a seres queridos, como doña Ramona, que sigue luchando contra los males y sobre todo que ya no pudimos ver a Goyita, la gran amiga que vive arriba, en el cerro, entre maizales, flores y plantas que cuelgan de su improvisada casa formada por tablas y cartones. Sus enfermedades la han desaparecido, y algunas veces está con algún familiar y otras tal vez en el hospital

Velia y Choava estaban ahora más sentimentales, y hasta sus ojos se llenaron de agua cuando nos despedimos.

Cuántas veces hemos ido ahí y como lo recordaremos siempre.

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