Tan joven, y tan descuidada.
La conocimos hace muchos ayeres y nos enamoramos de ella. Fue lo que se dice amor a primera vista.
Aún niños, y trepados en lo alto de la costelera de frijol que en su camión traía a esta ciudad el tío Pablo la vimos por vez primera.
Nos pareció simplemente hermosa.
Era limpia, bien ordenada y crecía por donde podía.
Nos llamó la atención una de sus avenidas, llena de palmas y en alguna ocasión hasta le pusieron estatuas.
Nos gustó su alameda, donde vendían de todo, desde las cañas de azúcar hasta los algodones azucarados, pasando por su nieve de mil sabores.
Pronto la vimos embelleciéndose más con la construcción de edificios que competían en altura y se levantaban por la avenida de las palmas.
Fuimos pronto a un partido de beisbol en un bonito estadio donde terminaba la ciudad, más allá no había más que campos de algodón, hortalizas o de nuevo el desierto.
Ya la habitaban gente de muchas nacionalidades, árabes, chinos, japoneses, americanos, judíos, centroamericanos, etc., etc.
Y temprano también llegamos a esta casa que era chiquita y donde nos apretujábamos todos, la que también fue creciendo, y con ganas. En ella, cuando terminamos nuestros primeros estudios superiores nos improvisaron un espacio entre escritorio y escritorio con una tabla ancha para que tuviéramos nuestro primer espacio como oficinistas.
Participamos con algunas campañas publicitarias creando ideas que vendían como una que decía "De el mejor golpe de su vida" y en el dibujo señalábamos a alguien que empuñaba un bastón de golf dentro de un nuevo centro campestre. Y en otra que hablaba de lo contentas que estaban las gallinas sabiendo que sus productos eran los preferidos de la Comarca.
Orgullosos pregonábamos a donde íbamos que procedíamos de una de las ciudades más hermosas y con más futuro del país.
Hoy, todo aquello ha pasado a mejor vida.
Nuestra ciudad se cae a pedazos, abandonada, olvidada y menospreciada por quienes la han administrado en los últimos trienos y cuatrienios.
¿Quién podrá rescatarla y salvarla?
El Chapulín Colorado ya no está para esos trotes, así que seguiremos pasivamente viendo su desmoronamiento, ante la indiferencia de todos, y ¿también de nosotros?
Ojalá no. Ojalá reaccionemos y juntos la volvamos a resucitar.