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DE LAS PÁGINAS A LA PANTALLA GRANDE

El Premio Nobel ha tenido una larga relación con el cine, además de guionista, ha dirigido e incluso actuado en algunos filmes

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yohan Uribe

POR YOHAN URIBE | URBANA

“Toda novela es un testimonio cifrado; constituye una representación del mundo, pero de un mundo al que el novelista ha añadido alguna cosa: su resentimiento, su nostalgia, su crítica”. Cuando el escritor peruano Mario Vargas Llosa dijo esto para un diario español, en 2003, jamás se imaginó que siete años más tarde, en 2010, ganaría el Premio Nobel de Literatura.

Un premio que lo había mantenido durante años en el “congelador” de los escritores que son relacionados con la derecha. Pero más allá de sus posturas, las pasiones o fobias que el autor de “La casa verde”, pueda despertar, Vargas Llosa es uno de los autores que son necesarios releer o leer por primera vez, en un momento histórico en el que el lenguaje se reduce a la atmósfera de las redes sociales.

En 1999 el director de cine Francisco Lombardi, conoció la historia de Pantaleón Pantoja, capitán del Ejército Peruano, hombre íntegro y profesional de carácter serio y responsable, elegido por sus superiores para realizar una secreta misión: montar un servicio ambulante de prostitutas (visitadoras) para aplacar las necesidades sexuales de las tropas en lugares remotos de la Amazonia, supo que Vargas Llosa era un autor universal y llevó al cine “Pantaleón y las visitadores”, una obra del peruano, que según palabras de los críticos, despertó en muchos jóvenes peruanos, curiosidad por la lectura.

Vargas Llosa ha tenido una larga relación con el cine, además de guionista, ha dirigido e incluso actuado en algunos filmes que han trasladado sus historias a la pantalla grande. Desde “Los cachorros”, una cinta mexicana dirigida en 1973 por Jorge Fons, hasta “La ciudad y los perros”, también del director peruano Francisco Lombardi, han hecho al Premio Nobel 2010, más cercano a los jóvenes lectores e incluso a públicos que lo descubren por el séptimo arte.

En el entendido de la conquista de lectores desde las imágenes, la versión de “La tía Julia y el escribidor”, que el director inglés Jon Amiel realizó en 1990, bajo el título de “Tune in tomorrow”, forma parte de esas obras que relacionan la literatura de Vargas Llosa con el cine. Sin embargo, la mejor razón para leer al galardonado con el máximo premio literario del mundo, es que su producción literaria tiene temas para todos los gustos.

Desde la “La fiesta del chivo”, también llevada al cine por el primo del escritor, Luis Llosa, a “La guerra del fin del mundo” o “Travesuras de la niña mala”, Vargas Llosa conserva su sentido del humor, el sarcasmo de la irreverencia de la propia vida y la nostalgia del Perú donde suceden o inician la mayoría de sus obras.

Cualquier novela del Premio Nobel peruano es una invitación a disfrutar el lenguaje, a reír, asombrarse y extrañarse de las condiciones de una Latinoamérica alejada de Dios, como el mismo narra, donde las pretensiones académicas están sin cuidado. Sin embargo, dentro de las recomendaciones que nunca pueden faltar a la hora acercarse al autor, están:

“Los cuadernos de don Rigoberto”, un elogio al erotismo donde un personaje arquetipo de todo menos del galán, descubre el arte de amar en sus más devastadoras y extrañas expresiones estéticas.

“Conversación en La Catedral”, el registro de las voces que en un bar llamado La Catedral, dan cuenta de la dictadura militar y la frustración, pesimismo y desgracia que ésta les produce.

“Travesuras de la niña mala”, una acuarela de París y las pasiones de un peruano que en busca del amor de su vida, entra en un circulo vicioso en el que la desgracia es una constante que lo lleva a recorrer el mundo.

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