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De nuevo la Corte

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LUIS FERNANDO SALAZAR WOOLFOLK

De nueva cuenta la Suprema Corte de Justicia de la Nación es noticia, en ocasión de que declara válida la posibilidad legal de que en el Distrito Federal, las parejas integradas por personas de un mismo sexo adopten niños, para criarlos como si fueran sus hijos.

La resolución no surge de pronto o de la nada, sino que es parte de un proceso degenerativo de nuestras instituciones, que tiene como raíz la decadencia de nuestra vida en sociedad como mexicanos y en última instancia, de nuestro íntimo modo de ser como humanos.

Al analizar el proceso en cuestión podríamos empezar hace dos mil años frente al pretorio de Pilatos, donde una muchedumbre vociferante gritaba: ¡crucifícale! El burócrata interpelado se lava las manos y entrega al Justo a la muerte, cediendo ante la exigencia de la masa y a fin de cuentas, para satisfacer los intereses políticos que manipulan a la gente.

Vayamos dos mil años después a nuestros días y en efecto, vemos como antecedente de la resolución que nos ocupa, otra que dictó la misma Corte en fecha reciente, en la que interpretando la legislación también del Distrito Federal, da luz verde al aborto alegando que nuestra Carta Magna, no protege de modo expreso el derecho a la vida del feto humano.

El argumento carece de sustento porque el Artículo 14 de la Constitución garantiza entre otros derechos fundamentales el respeto a la vida humana en su sentido más amplio, sin hacer distingo de género condición o circunstancia, por lo que la excepción hecha por la Corte en perjuicio de quienes viven en formación en el seno de sus madres, no tiene fundamento ni en la razón ni el derecho, por virtud del axioma jurídico según el cual, donde la Ley no distingue, el Juez no debe distinguir.

En el caso de las uniones gay y la adopción de niños por parejas así integradas ocurre lo propio, puesto que el Artículo 4o constitucional que se refiere a los temas enlazados de educación y familia, conciben a esta última como asunto de "varón y mujer".

Salvo las honrosas excepciones de los ministros que en minoría se han opuesto a la legalización del absurdo, los ministros responsables de tan aberrantes criterios no son juristas, sino burócratas que por conservar la chamba son capaces de todo y al decir "de todo", es todo.

El verdadero jurista no es el que colecciona timbres de reconocimiento académico. El jurista verdadero sabe que el derecho es una herramienta en sus manos, que trasciende de su mera formalidad a la protección de bienes materiales y espirituales de personas de carne y hueso. Estos bienes son entre otros, la vida, la libertad, el patrimonio y para el caso de la adopción en comento, el acceso a la educación formativa, para la cual es indispensable una familia cuyo estilo y modo de integración, excluya todo riesgo inminente de distorsión de la personalidad de los niños a su cargo.

El mal desempeño de los Ministros de la Corte ha banalizado estos temas tan importantes, hasta el punto de hacer sentir al ciudadano medio que ni el orden jurídico ni el derecho sirven para nada. De hecho ¿cómo podemos estar a salvo del crimen y la violencia en las calles de nuestras ciudades, si ni siquiera somos capaces de proteger la vida de la criatura que se forma en el seno de su madre y entregamos los niños en adopción a un ambiente cuestionado?

Lo peor es que el ejemplo cunde y la gran mayoría advierte que el modo de ascender en la escala de la política o de la burocracia que la sostiene, es evitar los problemas lavándose las manos como Pilatos, sonriendo a la tendencia de moda, eludiendo todo compromiso de fondo y nadando de muertito.

Ciertamente los ministros no son responsables de la política legislativa criminal del Gobierno perredista del Distrito Federal, pero perdieron su oportunidad histórica de poner límites en aras del respeto a la vida y la formación de los niños en desamparo.

Lo que sigue en el tema de las adopciones es que las enormes dificultades que suelen enfrentar los matrimonios para obtener un niño en adopción, desaparezcan en el caso de las parejas gay por arte de una magia cultural y política que alienta disparates de toda índole, al tiempo que considera "raros", a quienes se aferran al paradigma de la unión entre hombre y mujer.

Correo electrónico:

Lfsalazarw@prodigy.net.mx

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