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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES MIRADOR

ARMANDO CAMORRA

Sus razones tendrá la tórtola para cantar tan triste.

Es fulgurante la mañana; parece el primer día de la creación. El Sol llena de sol el mundo; la tierra siente urgencias femeninas por la cercana primavera, y en las acequias corre una canción: el agua.

Y sin embargo la tórtola pone en el aire su tristeza. Yo quisiera cerrar mis dos ventanas -la de la casa y la del alma- por no oírla, pero eso sería como borrar al pajarillo del paisaje. Y si yo no pinté el paisaje no tengo derecho de quitarle nada.

Que siga, pues, la tórtola cantando su tristeza.

Ella tiene razones que el corazón no conoce.

¡Hasta mañana!..

Babalucas invitó a Pirulina a pasear en su automóvil. Fueron a un romántico paraje, lugar de citas para enamorados, llamado "El Ensalivadero". Ahí las acciones se pusieron al rojo vivo, comburentes, tórridas. Respirando con agitación Pirulina le propuso a Babalucas: "¿Quieres ir al asiento de atrás?". "No -declinó el tonto roque-. ¿Después cómo manejo?". ¡Insensato babacón! Deberías aprender de aquel que dijo que en su automóvil había realizado todas las acciones humanas posibles, menos aquéllas que requieren instalaciones de drenaje para llevarse a cabo... Monsieur Hulot pasaba cada día, en su paseo por la Rue Triburt, frente a la casa de un cierto matrimonio. Observaba que la mujer golpeaba cotidianamente a su marido con una gran baguette. Usaba aquel enorme pan como arma contundente; con ella le daba al infeliz fuertes papirotazos. El lacerado se cubría la cabeza y se escondía tras los muebles, pero eso no lo salvaba del panchón. Cierta mañana Monsieur Hulot vio que ese día la feroz mujer golpeaba a su marido con un pastel tres leches. Lo venció la curiosidad, llamó a la puerta, y cuando abrió la arpía le preguntó: "Diariamente le pega usted a su señor esposo con una gran baguette. ¿Por qué ahora lo golpea con un pastel?". Respondió la malcarada vieja: "Es que hoy es su cumpleaños"... En estos días he recorrido en gira de peroraciones el estado de Morelos. Por doquier -y como si eso fuera poco también por dondequiera- he visto las altas chimeneas, los chacuacos, de las haciendas azucareras del ayer. Hermosos sitios ésos, algunos han sido convertidos en hoteles de lujo para viajeros nacionales y extranjeros. Iguales ex haciendas he encontrado en todos los rumbos del país, lo mismo en Yucatán que en Chiapas, igual en Durango que en Sonora; en Michoacán y también en Veracruz. Todas eran centro importante de trabajo, y todas productivas. Es falsa la leyenda negra propalada por la historiografía oficial según la cual los hacendados eran hombres perversos que oprimían a sus peones y los esclavizaban. Algunos habrán sido así, seguramente, pero en la mayoría privaba una actitud paternalista que los hacía sentirse responsables de sus trabajadores, cuidar de ellos y proveer a sus necesidades. A la gente no le faltaba qué comer. Cuando alguien le hizo notar eso a Madero, reprochándole su rebeldía, él contestó: "El pueblo no tiene hambre de pan: tiene hambre de libertad". Ahora ese pueblo oprimido por la pobreza debe ir a una nación extranjera para ganar el pan. El ejido terminó arruinando el campo; la Reforma Agraria se volvió nidal de corrupción para provecho de caciques políticos, funcionarios ladrones y líderes venales. Todo acabó en esto que ahora tenemos: dependencia y migración. Veo esas hermosísimas haciendas y me invade, como al poeta jerezano, una íntima tristeza reaccionaria... En una taberna de barriada un individuo estrafalario le ofreció en venta al cantinero una lámpara de forma extraña. "Es mágica -le dijo-. Si la frotas saldrá un genio y te concederá un deseo". El hombre pagó el precio, y sin más frotó la lámpara. En efecto, al punto salió el genio. Le pide el cantinero: "Quiero un millón de pesos". El genio hizo un ademán, y la cantina se llenó de quesos de todas las variedades y sabores: ahumado, Brie, Camembert, Cheddar, Dorset, Edam, fondue, Gorgonzola, de Holanda, italo, jamonado, kefir, Limburger, mozzarella, Neufchatel, oaxaqueño, parmesano, quemado, Roquefort, Saint-Paulin, trenzado y Villalón. Le dice el individuo estrafalario al asombrado tabernero: "Se me olvidó decirte que el genio es algo sordo"... FIN.

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