Don Languidio y su esposa hicieron un viaje a la India, y vieron el consabido espectáculo del fakir que hace subir una cuerda con la música de su flauta. "Dígame, señor fakir -pregunta la señora-. Esa flauta ¿nada más funciona con cuerdas?"... Aquellos dos sultanes tenían su harén, cada uno de 300 hermosas odaliscas. Le pregunta uno al otro: "¿Cómo haces para escoger a la hurí con la que pasarás la noche?". Responde el sultán: "Las pongo en fila, y voy tocando a cada una con el dedo humedecido en saliva. La que al tocarla hace: '¡Tzzzz!', y echa humito, ésa es la escogida"... Salacio, galán concupiscente, conoció a una chica en una fiesta, y de inmediato le hizo una proposición indecorosa. "¿Por quién me toma usted? -se indignó la muchacha-. ¿Cree que soy una prostituta?". "No dije que te iba a pagar" -replica Salacio... Se presentaron los novios ante el padre Arsilio, para las amonestaciones. Ella se apellidaba Merúlez; él también. Pregunta el buen sacerdote: "¿Alguna relación?". "Bastantes -responde ella-. Pero con esto vamos a regularizar la situación"... El muchacho le escanció el brandy a la chica. "Dime cuánto" -le pide. "Eso lo veremos después -responde ella-. Por lo pronto sírveme el brandy"... De pocas cosas me doy cuenta, pues lo mío es el cuento. Pero observé que al terminar el 2009 hablábamos de esperanza, y ahora, al comienzo del 2010, expresamos inquietud. Tal parece que nos alivia terminar un año, y sentimos temor al iniciar el que le sigue. Esto del año nuevo, y el viejo año, es invención humana. El Padre Tiempo -que a veces no es tan padre- ignora esas artificiales invenciones, y nos va dando cada día como un presente diario. Presente en el sentido de regalo, y presente en el sentido de vivir el ahora y el aquí. Aunque la frase sea manida, hemos de disfrutar con plenitud no sólo cada día, sino cada hora, y aun cada minuto. Hay pobres hombres -ser un pobre hombre es peor que ser un hombre pobre- que sin morir están ya muertos. Quiero decir que van con amargura por la vida; la miran con tristeza y pesimismo; la sufren como si fuera un dolor. Y sin embargo, por triste que la vida sea, por llena que esté de quebrantos y fatigas, es don precioso que se debe agradecer. Mariquita, anciana de mi ciudad, que sufría apuros económicos y achaques de salud, le rogaba todos los días en voz alta al Santo Cristo que se acordara de ella; que la llevara ya con Él. Cierto día un travieso monaguillo se escondió tras el altar, y cuando llegó Mariquita a reiterar su cotidiana súplica le dijo con voz grave: "Mariquita: soy tu ángel de la guarda. El Señor escuchó tus oraciones. Me ordenó que venga por ti para llevarte a Su presencia". "¡Ay, angelito de mi alma! -le respondió, asustada, Mariquita-. ¡Por lo que más queras, dile que no me jallates!". Al hablar de la vida decía Borges: "Esa cosa tan de siempre, tan dulce y tan conocida". Si tenemos vida, lo menos que podemos hacer es vivirla, para nuestro bien y para el bien de los demás. Así cuando venga el ángel nos hallará serenos y tranquilos... Libidio, galán rijoso proclive a la salacidad, le pidió a Rosilí que le hiciera ofrenda de la prístina gala de su doncellez. Ella tenía guardada esa presea para el hombre que la desposaría en el altar, de modo que respondió con laconismo: "No". Insistió el torpe amador, y esgrimió para fundar su pretensión un ruin sofisma. Dijo a la muchacha: "Lo que te estoy pidiendo no es jabón que se gaste". "No y no" -replicó ella. El labioso tenorio echó mano a otro argumento, éste de índole poético-musical: "Si me niegas el agua de tu fuente -declamó- me embriagaré, sediento de placeres, en la pagana copa de otros labios". Ella, inexpugnable como un rocoso castro, respondió una vez más: "No, no, no, y mil veces no". "Está bien -cede entonces Libidiano-. Por ahora ya no te trataré el asunto. Veo que estás algo indecisa"... FIN.
