El gato de la señorita Himenia andaba aquella noche por todas las azoteas del vecindario. Celiberia tomó el teléfono y le preguntó a su amiga: "¿Qué pasa con tu gato?". Responde la señorita Himenia: "No me gusta que se salga por las noches, de modo que mañana lo voy a llevar con un veterinario para que lo arregle. El gato me pidió permiso de salir por última vez esta noche, para cumplir sus compromisos pendientes"... Aquel soldado halló una mina explosiva puesta en el campo por el enemigo. La desactivó cuidadosamente, y le pidió a su capitán permiso para llevársela a su casa. "¿Para qué diablos quieres una mina en tu casa?" -se asombró el capitán. "Tengo ciertas sospechas -respondió el soldado-. Cuando llegue a mi casa activaré la mina, y la pondré en la puerta de atrás. En seguida entraré por la puerta del frente gritando: '¡Ya llegué, vieja!'. Y luego me sentaré en la sala a oír la explosión"... Es imposible prever qué clase de descubrimientos serán realizados por las futuras expediciones interplanetarias, pero lo cierto es que estamos ante una verdadera revolución de conocimientos científicos. Esa revolución científica se traducirá también en una revolución humana, en un crecimiento espiritual del hombre. Por eso creo que no debemos temer que los futuros hombres del espacio pierdan su humildad, pues el infinito cielo estrellado seguirá siendo para ellos la constante evidencia de una fuerza superior a la de la propulsión de sus cohetes, y les hará saber que hay un espíritu más inteligente que el frío cálculo de sus computadoras, y una potencia extraterrestre, Dios, mayor que el poder de sus naciones... Les confieso a mis cuatro lectores que acabo de cometer una falta. En el párrafo anterior hice una trampa. Debí haber puesto comillas desde donde dice: "Es imposible prever qué clase de descubrimientos..." hasta donde dice: "... una potencia extraterrestre, Dios, mayor que el poder de sus naciones". Porque sucede que ese texto no es mío. Lo escribió Werner von Braun, uno de los científicos más grandes de nuestra época, artífice de las conquistas espaciales y genio de la física y de las matemáticas. Podría yo añadir a sus palabras estas otras, de Einstein: "...Creo en un Dios personal. No existe oposición entre religión y ciencia. La experiencia cósmica religiosa es la fuente más grande y más noble de la investigación científica". Como tema para considerar el Día de Reyes, creo, esas dos reflexiones no están mal... El músico que tocaba la tuba en la orquesta produjo una nota grave, profunda, prolongada. Un niñito que asistía al concierto en la primera fila le preguntó asombrado a su mamá: "¿Realmente hizo ese sonido con la boca". Responde la señora: "Espero que sí"... Aquel señor estaba con una chica de tacón dorado. Le pregunta: "¿Por qué te dedicas a esto?". Responde la muchacha: "Es que adoro los sonidos suaves: el roce de las sábanas de seda de mi cama; el tenue ruido que hacen las cortinas de encaje de mi cuarto; el murmullo que harán los diez billetes de 500 pesos que contarás para pagarme..."... Aquella señora tenía ya 15 hijos. Su médico le recomendó emplear el método del ritmo. Meses después la señora mostró los evidentes signos de su embarazo número 16. Muy apenada le explicó al facultativo: "Yo sí lo hacía con ritmo, doctor, pero mi esposo no tiene oído musical". (Aclaración: no era cosa del oído)... En medio del amoroso trance el recién casado, Simpliciano, le dice en arrebato de pasión a su flamante mujercita: "¡Te amo, Susiflor! ¡Antes de casarme contigo mi vida era un desierto! ¡Ahora es un oasis!". "Está bien lo del desierto y el oasis -responde ella-, pero no necesitas jadear como camello"... FIN.