A la prima Celia Rima, versificadora de ocasión, se le ocurrió un epigrama a propósito del suntuoso edificio que se está construyendo para el Senado de la República. He aquí la redondilla que escribió: "Parece injustificado, / y se antoja desperdicio, / que haya tan grande edificio / para tan poco Senado". Yo no sé mucho de arquitectura, esa música petrificada que dijo Goethe. Sin embargo alcanzo a entender que una obra arquitectónica debe reunir tres elementos primordiales: sentido estético, sentido práctico y sentido ético. Eso quiere decir que lo construido debe ser bello y servir bien al propósito que ha de cumplir. Pero además -sobre todo en tratándose de una obra pública- lo que se haga debe obedecer a criterios sociales que excluyan el dispendio y la desmesura, y tomen en cuenta la realidad que se vive en la comunidad donde la obra se realizará. Desde luego los excesos no son imputables siempre al arquitecto: con frecuencia es el cliente quien pide que las cosas se hagan en tal o cual manera, y el profesional tiene que sujetarse a sus dictados. En este caso los propios senadores deberían considerar los tiempos difíciles que vive México, y oír las críticas a que el Senado está sujeto por haber desvirtuado su función, por el excesivo número de senadores que lo integran, y porque muchos de ellos ni siquiera son electos por los ciudadanos. Por otra parte es reprobable que en un sitio en que la propiedad raíz alcanza precios de estratósfera se haga un edificio de tan magnas proporciones para un cuerpo colegiado que no necesita de espacios grandes, ni de lujos. Si me dijeran que ahí se hará un museo que recogerá membranzas de los fastos históricos que este año se recordarán -el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución-, enhorabuena. No merecería reproche querer dejar una obra que señalara esos aniversarios. Pero, como bien dice la expresiva cuarteta de la prima Celia, es injustificado que una obra así, de tanto costo y de tan gran fastuosidad, se ponga al servicio de algo que no sirve mucho. Eso me encaborona, por lo cual mejor cambio de tema... Solicia Sinpitier conoció en una fiesta a un atractivo caballero. Le dijo: "Me hace usted pensar en mi primer marido". "¿Su primer marido? -inquiere el maduro galán-. Pues ¿cuántas veces se ha casado?". Responde ella con coquetería: "Ninguna"... La abuelita le dice a su nieta en edad casadera: "Toda mujer debe tener un solo gran amor en su vida". "¿De veras, abuelita? -responde la nieta, interesada-. ¿Quién fue tu gran amor?". Contesta la ancianita: "El Cuarto Regimiento de Caballería"... Una mujer campesina de nombre Lapa Churrada llegaba puntualmente cada año a la maternidad del pueblo, y daba a luz un hijo. Así lo hizo en forma consecutiva por 10 años. El undécimo, sin embargo, no llegó. Preocupado, el encargado de la maternidad fue a visitarla en el remoto caserío donde tenía su jacal. "¿Qué le pasó, Lapita? -le pregunta-. ¿Por qué este año no tuvo hijo?". Responde ella: "Mi marido y yo supimos por fin qué es lo que hacía que vinieran"... Don Algón le dijo a la aspirante a secretaria que le pagaría 10 mil pesos semanales, pero su trabajo incluiría complacer al jefe en todos los aspectos. "Por 10 mil pesos semanales -respondió la muchacha sin dudar- puedo ser bastante complaciente". "Muy bien -le dice entonces don Algón-. Desvístase. Ahora mismo vamos a hacer el amor". Prontamente la chica se aligeró la ropa, y en el sillón de la oficina se cumplió aquel ilegítimo connubio. Terminado el trance don Algón sacó de su cartera un billete de 50 pesos y se lo entregó a la muchacha. "Aquí tiene el equivalente a 10 minutos de trabajo, señorita. Decidí que no nos conviene contratarla. Advierto en usted muy poco sentido de la moralidad, y eso puede poner en riesgo los intereses de la empresa"... FIN.
