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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

La secretaria Rosibel le contó a su compañera de oficina lo que le había sucedido. "Entré en el cuarto del archivo -relató-. Estaba completamente a oscuras. Iba yo a encender la luz, pero en eso un hombre me tomó entre sus brazos, y arrojándome al piso me hizo ahí mismo el amor". "¡Qué barbaridad! -se consterna la otra-. ¿Y supiste quién fue?". "No -contesta Rosibel-. Pero debe haber sido algún jefe, porque yo tuve que hacer todo el trabajo"... Contrajo matrimonio Simpliciano, cándido joven que no sabía nada de la vida. Cuando regresó de la luna de miel sus amigos le preguntaron cómo le había ido. "¡Fantásticamente bien! -respondió Simpliciano entusiasmado-. La primera noche le tomé las manos. La segunda la abracé. La tercera le di un beso". Los amigos, expectantes, aguardaban lo mejor. Simpliciano baja la voz y les dice: "Y créanme, muchachos: por la forma en que ella estaba actuando pienso que habría podido hacerle todo lo demás"... En las escuelas de Estados Unidos se usa mucho esta frase: "Readers are leaders". Los que leen son los que dirigen. La lectura, en efecto, ocupa un lugar de primer orden en la tradición educativa norteamericana. Así, el estadounidense medio posee una cultura que el mexicano promedio está muy lejos de tener. Esto que digo no es malinchismo: es la verdad. Nuestros niños y jóvenes no leen. ¿Cómo van a leer, si en muchos de los casos ni sus padres ni sus maestros tienen el hábito de la lectura? El libro es para ellos un objeto extraño. Leer es algo más que una manera de aprender: es una forma de vivir. La lectura enseña el arte de la vida, y pone belleza, bien y verdad en quienes se acercan a los buenos libros. El que no lee, en cambio, es como el que vive en una casa sin ventanas. "Timeo lectorem unius libri", dicen que dijo santo Tomás de Aquino. "Temo a quien ha leído un solo libro". Más temible aún es aquel que no ha leído ninguno. En México debería hacerse una nueva campaña de alfabetización, pues tan analfabeto como el que no sabe leer es quien no lee... El nuevo gerente de la empresa anunció con determinación: "Mi primer objetivo será despedir a todo el que vea sin hacer nada". Poco después vio a un sujeto recargado en la pared, con una pierna flexionada, como flamenco; las manos metidas en los bolsillos, perdida la mirada en el vacío. Fue hacia él y le preguntó con tono enérgico: "¿Cuál es su sueldo, joven?". Responde el tipo: "Mil pesos por semana". El gerente echa mano a su cartera, le da mil pesos y le dice: "Y ahora lárguese. Y que no vuelva yo a verlo por aquí". Luego, dirigiéndose a su asistente, le pregunta: "¿Qué puesto tenía ese individuo?". "Ninguno -le dice el asistente-. Es el repartidor de pizzas"... El doctor Ken Hosanna iba por un corredor del hospital, y se topó con una enfermera. Al verla se espantó, y la llamó apresuradamente: "¡Señorita! -le dijo con alarma-. ¡Lleva usted una bubis de fuera!". "¡Ay, doctor! -responde la enfermera acomodando la dicha parte y abotonándose la blusa-. ¡Esos internos, que nunca dejan las cosas en su lugar!"... Se encontraron dos amigos. Le pregunta uno al otro: "¿Cómo te ha ido con esto de la recesión?". "No tan mal -responde el otro-. Tengo una casa de mala nota". "¿De veras?" -se sorprende el primero. "Sí -confirma el otro-. La casa tiene tres pisos. En el primero están las chicas de 18 a 25 años. En el segundo las de 25 a 45 años. Y el tercer piso lo reservo para los que quieren hacerlo con un hombre". "Qué interesante -observa el amigo-. ¿Y dices que te va muy bien?". "Así es -contesta el otro-. Claro, los primeros tiempos fueron muy difíciles. Tanto, que en el primer piso estaba solamente mi hija, en el segundo mi esposa, y en el tercero yo"... FIN.

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