El padre Arsilio le preguntó a la señora a la que estaba confesando: "¿Engañas a tu marido?". Responde la mujer con un suspiro: "¿Pues a quién más puede una esposa engañar, padre?"... Aquel muchacho ingresó a la banda de música de su escuela, y el director le encargó que tocara esa pequeña flauta que se llama píccolo. Un día su mamá le gritó por la escalera: "¿Qué estás haciendo, Tonilito?". Responde el chico: "Estoy tocando mi píccolo". "Ah, bueno -responde la señora luego de una pausa-. Ven a comer, pero primero lávate las manos"... El señor Tapio era algo sordo. Pidió una sopa en cierto restorán, y la probó. En eso un conocido suyo se acercó a saludarlo. "¿Cómo está su esposa?" -le preguntó en voz alta, pues conocía su sordera. "¿Qué?" -preguntó don Tapio llevándose la mano a la oreja para oír mejor. "¡Que cómo está su esposa! -repitió el otro alzando más la voz-. ¡¡Su es-po-sa!!". "Ah -contestó don Tapio-. Muy buena, pero demasiado caliente". ¡El pobre pensó que el otro quería saber cómo estaba su sopa, y dio aquella respuesta peregrina!... Muchas personas sienten temor, a veces invencible, de viajar por avión. Imaginan toda suerte de peligros que en verdad no existen, y deben recurrir a pastillas tranquilizantes -o a un par de whiskies- antes de hacer el viaje. La causa más común de ese temor es la turbulencia que a veces se experimenta durante el vuelo. La verdad es que el avión va tan seguro en medio de la turbulencia como cuando vuela en condiciones de tranquilidad. Los pilotos reconocen cuatro clases de turbulencia: ligera, moderada, severa y extrema. El 99 por ciento de los casos de turbulencia son ligeros, o a lo mucho moderados. Es extraordinariamente raro un caso de turbulencia severa, y poquísimos pilotos de jet han conocido en su vida un caso de turbulencia extrema. Si los pilotos evitan las turbulencias no es tanto por la seguridad del jet, sino por la tranquilidad de los pasajeros. La turbulencia no es un asunto de seguridad; lo es de comodidad. Cuando se siente turbulencia eso no significa que el avión baje o suba (las llamadas "bolsas de aire" no existen; es como si en el agua que llena una alberca se hiciera un vacío donde no hubiera agua). En las turbulencias el avión hace más bien un ligero movimiento de balanceo. Si los pasajeros que van en la parte delantera de la cabina sienten que el avión sube, los que viajan en la parte trasera sentirán que baja. Por eso lo mejor es buscar un asiento cerca de las alas, donde está la parte central de ese subibaja o balancín. Los vuelos tempraneros son más tranquilos que los del mediodía o la media tarde. Así pues, cuando mis cuatro lectores viajen por avión y haya turbulencia, estén seguros de que no pasa nada. El piloto no va en la cabina tratando frenéticamente de controlar el jet; va tan tranquilo como el conductor de un automóvil que siente las ligerísimas altas y bajas del asfalto de la carretera. La misma tranquilidad deben sentir sus pasajeros, aun cuando el avión parezca una montaña rusa. Como decía el gran Pompín Iglesias: no pasa nada; no pasa nada. Yo soy viajero frecuentísimo; hago dos o tres vuelos semanales por avión, y observo la ansiedad de algunos pasajeros desde que empieza el vuelo hasta que aterriza el jet, y cómo se agarran de los brazos del asiento, los nudillos blancos, cuando el avión se sacude un poco. Quise por eso poner este mensaje tranquilizador, porque, a más de disipar fobias, prejuicios y rencores, una de las cosas que más me gustan en mi ejercicio periodístico es disipar temores... Un hombre que trabajaba el turno de la noche en la fábrica llegó a su casa y sorprendió a su esposa en amoroso trance con el vecino. "¡Canalla! -le gritó furioso-. ¡En venganza voy a ir a su casa a dormir con su esposa!". "Hágalo, vecino -responde el otro muy calmado-. Se ve que le hace falta el sueño"... FIN.