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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CARMORRA

Don Geroncio, señor septuagenario, casó con Pomponona Tetonier, frondosa mujer célibe y en flor de edad. La noche de las bodas él se puso una pijama de franela, un gorro de dormir y unas medias de estambre. Con ese atuendo poco nupcial se metió en la cama, y se dispuso a dormir. Pomponona, ansiosa de conocer los goces de himeneo, recurrió a un eufemismo para dar a entender a su marido que esperaba algo de acción. "Mi amor -le dijo-, ¿no crees que deberíamos escribirle una cartita a la cigüeña?". "Me gustaría mucho, cielo mío -responde con feble voz el carcamal-, pero hace mucho tiempo se me acabó la tinta"... Sonó el teléfono en la inspección de policía. Una angustiada voz clamó que habían entrado ladrones en el internado del colegio para señoritas. A toda velocidad acudieron dos patrullas (por favor, recuerden mis cuatro lectores que esto es un cuento). Al oír las sirenas de los vehículos policiales los maleantes se pusieron en fuga. La religiosa encargada del colegio, sor Bette, le contó al jefe policiaco lo que había sucedido. "Los ladrones entraron por una ventana" -empieza. Comenta sor Dina, monjita muy anciana: "Y nos querían comer". Prosigue sor Bette: "Se apoderaron de las joyas de las internas". Repite sor Dina: "Y nos querían comer". "Luego -continúa sor Bette- me exigieron que les entregara todo el dinero del colegio". "Y nos querían comer" -apunta otra vez sor Dina. "A ver -pregunta ya intrigado el jefe de la policía-. ¿Cómo está eso de que se las querían comer?". "Sí, señor -confirma sor Dina-. Clarito los oí decir en el dormitorio de las internas: 'Y cuando acabemos de robarlas nos las echaremos al plato'"... John Locke y Maquiavelo urdieron una tesis nefasta -pero cierta- según la cual la moral no tiene aplicación en la política. Arte de pragmatismo es éste, ciertamente, y los principios éticos más parecen estorbar a los políticos que servirles de orientación en sus quehaceres. Y sin embargo la política es la mayor oportunidad de hacer el mayor bien al mayor número de personas. Un buen político es aquel que está por encima de la política. Cuando, por el contrario, se piensa que el fin justifica los medios, se puede caer no sólo en lo inmoral, sino a veces también en lo grotesco. Tal es el caso de las indignas alianzas que ahora están pactando el PAN y el PRD. En su afán de derrotar al PRI ambos partidos sacrifican sus principios e ideas -si algunos les quedaban-, y renuncian de plano a su identidad. Diré, empleando un goldwynismo, que si Gómez Morín o Heberto Castillo estuvieran vivos, se removerían en sus tumbas. Pero en fin, así andan los tiempos. Nada podemos esperar de los políticos que se dedican sólo a hacer política... La esposa de Astatrasio Garrajarra, el borrachín del pueblo, recibió una llamada telefónica. Era el cantinero del lugar. Le dijo el hombre que su marido había bebido mucho, y se negaba a pagar la cuenta. No lo dejaría salir de la cantina hasta que ella fuera a cubrir lo que su esposo se negaba a liquidar. Pregunta la señora: "¿A cuánto asciende el adeudo de mi esposo?". Responde el de la cantina: "Mil pesos". "Espere un momento, por favor" -pide la esposa del beodo. Inquiere el tabernero: "¿Va usted a ver si tiene esa cantidad?". "-No -responde la señora-. Voy a ver si Astatrasio se llevó el reloj. Sólo en ese caso valdría la pena rescatar al idiota ése"... El encargado de la tienda le mostraba a Celiberia Sinvarón, madura señorita soltera, la última novedad en materia de relojes. Era la estatua en tamaño natural de un apolíneo atleta, sin nada de ropa encima, que se cubría lo estrictamente necesario con un reloj de cuco. "Y cuando da las horas -le dice el hábil vendedor a la señorita Celiberia- ¿a que no me adivina qué sale por la puertita?"... FIN.

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