El famoso actor Stan Islavski se jactaba de tres cosas: su apostura, su gran arte de histrión, y sus proezas amatorias. Cierta noche invitó a una mujer fácil de cuerpo a visitarlo en su cuarto del hotel. Terminado el trance le entregó como pago dos boletos para que fuera a verlo en la función del día siguiente, donde haría el papel del rey Lear. Pregunta muy molesta la buscona: "¿Y con esto podré comprar el pan?". Responde Islavski con voz magnílocua y ademán dramático: "Soy un artista, y no me abajo a cuestiones monetarias. Si lo que quieres es pan, folla con el panadero"... Mañana se ruborizarán las prensas donde se edita este periódico. He aquí que deberán imprimir los dos vitandos cuentos que anuncié. Nunca en la historia de esta columnejilla han aparecido el mismo día dos relatos de tan extremada sicalipsis. Los leyó el reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Tercera Venida (no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite desear a la mujer del prójimo a condición de que no sea en domingo o fiesta de guardar), y sufrió un episodio grave de urticaria peripróctica, o sea de comezón alrededor del orificio terminal. Aún no se recupera el pastor Fages, y es cosa muy de verse cuando pronuncia su sermón, pues con una mano acentúa sus amenazas del infierno, mientras con la otra se rasca el prurito infernal que lo posee. Cuando al final saluda de mano a sus feligreses para despedirlos en la puerta del templo, todos le piden: "Con la otra mano, por favor; la de los ademanes". ¡No se pierdan mis cuatro lectores, mañana, esos dos execrables chascarrillos!.. Digo, repito, y seguiré insistiendo en mi peroración: México necesita un gobierno de izquierda. Sobre tres pilares fundamentales se finca la vida pública de una nación: justicia, libertad y democracia. En los dos últimos renglones hemos logrado avances importantes -aún nos falta mucho por conseguir en ambos-, pero en lo tocante a la justicia nuestro reloj va muy atrasado. La izquierda suele hacer énfasis en lo que se debe al pueblo en términos de justicia social, y es hora ya de dar prioridad a esa demanda. Por desgracia la izquierda no escucha mis exhortaciones. Se empecina en negarse a la modernidad, y sigue atada a dogmas del pasado. Rechaza los procedimientos democráticos: el diálogo, el pluralismo, el respeto a las diferencias, la tolerancia, la concertación; en suma, la civilidad, y no se decide a dar la espalda a la violencia, el desorden y el caudillismo autoritario. La permanente desunión que reina en su partido más representativo, el PRD, es también factor que puede conducir a que la izquierda llegue debilitada a la próxima elección presidencial. Desde luego muchas cosas pueden pasar de aquí al año 2012. Puede darse incluso el milagro de que mi tío Gamaliel pague alguna vez la cuenta en el restorán. Pero si la izquierda no se une, si no se democratiza, si no cambia de imagen, su posición será difícil... Doña Clorilia, mujer de pueblo, viajó a la gran ciudad. A su regreso ofreció una merienda a sus amigas, y les contó lo que había visto en la metrópoli. "No me lo van a creer -empezó bajando la voz-, pero ahí hay hombres que besan en la boca a otros hombres. Les dicen 'gays'". "¡Qué barbaridad! -se asombraron las amigas. "También -prosiguió doña Clorilia-, hay mujeres que besan en la boca a otras mujeres. Les dicen 'lesbianas'". "¡Haiga cosas!" -exclamaron, pasmadas, las señoras. "Y eso no es todo -añadió la viajera-. Además hay hombres que besan a las mujeres allá donde les platiqué". "¡Cielos! -profirieron, atónitas, las otras-, Y a ésos ¿cómo les dicen?". Bueno -replica doña Clorilia-. Cuando recuperé el aliento yo le dije: ¡Papacito!'"... FIN.