Doña Jodoncia le dijo a su marido: "Anoche te vieron salir de una casa de mala nota". "¿Y qué querías que hiciera? -replica él-. Ya iban a cerrar"... El agente de migración le pregunta al viajero: "¿Puede usted probar que la dama que lo acompaña es su esposa?". Le dice el hombre al oído: "Te doy mil dólares si puedes probar que no lo es"... El Instituto Electoral del Estado de Guanajuato me hizo el honor de invitarme a abrir el ciclo de conferencias que organizó con motivo de la celebración de su décimo quinto aniversario. Visité las magníficas instalaciones con que cuenta el Instituto, y conocí la tarea de sus consejeros, funcionarios y trabajadores, que van más allá de la sola función electoral y cumplen una permanente labor que fortalece los valores cívicos de los guanajuatenses. El presidente del organismo es el doctor Santiago Hernández Ornelas, un ciudadano de excepcionales méritos. Médico en ejercicio, fue director de la Facultad de Medicina y rector de la Universidad. Ameno charlista, conversar con él es recibir una valiosa cátedra. Disfruté el trato cordial que la gente de Guanajuato -empezando por su gobernador- sabe dar a quienes llegan a ese bello y laborioso estado. Al terminar mi conferencia, en el periodo de preguntas y evasivas, una persona del público planteó una cuestión interesante: ¿debemos celebrar el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, siendo que ni aquélla se hizo en 1810 ni ésta rindió los frutos que sus iniciadores esperaron? Yo respondí diciendo que, en efecto, decir que 1810 es el año de la Independencia es como celebrar el nacimiento de un niño cuando su madre apenas acaba de quedar encinta. Igual sucede con la Revolución: el 20 de noviembre de 1910 no sucedió absolutamente nada. Pero dije también que el pueblo cree en mitos, y eso se vuelve parte de su realidad. La palabra "mito" en modo alguno significa mentira. El mito es una maravillosa narración que nada tiene que ver con la realidad histórica, pero en la cual encarna un símbolo que llega a ser, él mismo, realidad. Mencioné como ejemplo el caso de la Virgen de Guadalupe, el mayor mito -es decir el símbolo mayor, y más querido- del pueblo mexicano. Jerarcas destacados de la Iglesia, lo mismo que historiadores católicos ilustres, han negado la verdad histórica de las apariciones. Y sin embargo, más allá del rigor de la historia como ciencia, la Guadalupana es parte entrañable de la realidad de México; sin ella no se podría explicar el ser de esta nación. En igual forma "los héroes que nos dieron patria" forman parte de esa realidad. Hidalgo es y será el Padre de la Patria, aunque su movimiento, que duró unos meses, haya tenido el fracaso como fruto. Este año, pues, no celebramos una verdad histórica: reconocemos un sentimiento nacional merecedor de respeto y de consideración, más allá de cualquier rectificación que se pudiera hacer a la historiografía. Yo mismo, que en mis libros "La otra historia de México" he procurado dar una versión de nuestro pasado distinta a la oficial, reconozco esos mitos queridos y aceptados por el pueblo, y me uno a los actos de su celebración. Sin ninguna evasiva aquí lo digo, igual que lo dije en Guanajuato, a cuyos generosos habitantes agradezco el afecto que me demostraron y el regalo de amistad buena que me dieron... En la noche de bodas la novia vio al natural a su flamante maridito, y le dijo: "Es cierto, Meñico: siempre te he dicho que me gustan las pequeñas cosas de la vida. Pero no tan pequeñas"... FIN.