Cinicio y Rosilí contrajeron matrimonio. La noche del connubio él puso en práctica toda suerte de ciencias y artes amatorias, tantas que dejó al Kama Sutra en calidad de novelita rosa. Ninguna parte del grácil cuerpo de su desposada dejó de explorar con sabias caricias y versados besos, de modo que ella quedó deliciosamente exhausta, ahita y sacia de placer carnal. Le dice ella: "Todo estuvo muy bien Cinicio, pero me siento engañada. Me aseguraste que eras rico, y sin embargo me trajiste de luna de miel a Tirliteo, villorrio miserable; y nuestra noche nupcial se llevó a cabo en este pulguiento motelucho donde toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitación. ¿Por qué me dijiste que eras rico?". Contesta el tal Cinicio: "Y no mentí. Dije 'rico' en el sentido de sabroso. ¿Y a poco no lo fui?"... En el restorán un hombre veía con insistencia a una dama a la que acompañaba un elegante caballero. Tan persistentes fueron las miradas del sujeto que el caballero ya no se pudo contener. Fue hacia el mirón y le dijo con voz altitonante: "¡Si sigue usted mirando así a esa señora, se las verá conmigo!". "La miraré todo lo que me dé la gana, señor mío -respondió el individuo-. Es mi esposa"... Babalucas le dijo a un amigo: "Viene una helicóptera". "Es 'helicóptero'" -lo corrigió el otro. "¡Qué buena vista tienes! -se admiró el tonto roque-. ¡Yo no le veo los éstos!"... Un señor se preocupó al notar disminuidas sus potencialidades amatorias. Acudió a la consulta de un facultativo, y éste le aconsejó que tomara una pastilla de Viagra. Para mejor garantizar los resultados el añoso paciente se tomó tres dosis, y luego, ya en su casa, llamó a su esposa a la recámara para embarcarse con ella a la isla de Citerea. Esta frase: "embarcarse a la isla de Citerea", hace alusión al lugar de nacimiento de Afrodita, o sea Venus, la diosa del amor. Don Quintiliano Saldaña, autor de la obra "Siete ensayos de sociología sexual" (Madrid; Editorial Mundo Latino), dice que la expresión "embarcarse a la isla de Citerea" era un eufemismo culterano para no decir "joder", "follar" o cualquier otro vulgarismo de los muchos con que se suele designar al acto del amor. Le preguntó la esposa a su marido: "¿No quieres cenar?". "No -responde él-. No tengo apetito. Quizá se deba al Viagra". Por la mañana le preguntó la señora: "¿Quieres desayunar?". Otra vez contestó el hombre: "No tengo ganas. El Viagra debe haberme quitado el apetito". Por la tarde la señora le dice: "¿Ya se te antoja comer algo?". "Nada -respondió de nueva cuenta el individuo-. No tengo apetito; el Viagra debe habérmelo quitado". Por la noche ella le preguntó si quería cenar. Contestó él: "Te digo que el Viagra me quitó el apetito. No deseo cenar nada". En ese punto exclamó la señora con desesperación: "¡Entonces ya bájate de encima de mí! ¡Después de un día entero sin comer nada yo sí me estoy muriendo de hambre!"... Aquel señor veía en la tele la pelea de box de campeonato de peso completo. Uno de los púgiles le estaba pegando al otro hasta con la cubeta. El infeliz perdedor tenía casi cerrados ya ambos ojos; sangraba profusamente por nariz y boca; había sufrido cortes en las cejas; traía inflamado el rostro, y llenos de cardenales los brazos, el tórax y la espalda. Pasó frente a la tele la esposa del señor y vio aquella brutal escena de violencia. "¡No sé cómo puedes ver esa salvajada! -reprendió con acrimonia a su marido-. ¡Mira nomás cómo están golpeando a ese pobre hombre!". Respondió el señor: "Ese pobre hombre que dices cobrará por esta pelea 15 millones de dólares". "¡Caramba! -se asombró ella-. ¡Por 15 millones de dólares yo también me dejaría golpear así!". Tras una pausa le pregunta el hombre: "Oye, vieja: ¿y fías?"... FIN.
