Facilda Lasestas tenía una casa de huéspedes. Puso en el letrero de la puerta: "Asistencia completa a caballeros jóvenes. Precios económicos. Atención personal de su propietaria. Y, por unos cuantos pesos más, personalísima". Cierta noche la visitó un oficial de policía. Ella lo atendió cubierta sólo por un vaporoso negligé que no dejaba adivinar ninguno de sus muníficos encantos, pues todos los ponía a la vista. "Señora -le dijo el oficial-, recibimos una denuncia anónima según la cual tiene usted aquí a un menor de edad, y lo ha seducido carnalmente". "Eso es calumnia" -se defendió Facilda. "Me gustaría ver al susodicho joven" -demandó el visitante. "Pase usted" -autorizó Facilda. Y llevó al representante de la autoridad a su recámara. Ahí tendido sobre la cama, sin ropa alguna aparte de una gorra de beisbolista, estaba un mozalbete que tenía en sus manos un reloj, del cual no apartaba la vista, en actitud de gran concentración. "¿Qué hace en la cama de usted ese muchacho?" -preguntó el jenízaro, ceñudo. "Me está esperando -respondió Facilda con naturalidad-. Según su acta de nacimiento, a las 20:55 llega a la mayoría de edad, y está contando los minutos"... Sonó el timbre de la puerta, abrió la señora de la casa y se vio frente a un sujeto que le preguntó sin más: "¿Es usted buena para el sexo?". Indignada, la señora le dio con la puerta en las narices. Al día siguiente volvió a sonar el timbre. Abrió la puerta la señora, y he aquí que otra vez estaba ahí el mismo tipo de la vez pasada. "¿Es usted buena para el sexo?" -volvió a preguntarle a la mujer. Ella, furiosa, dio el portazo. La misma escena se repitió en los días siguientes: sonaba el timbre; la señora abría la puerta, y el individuo le espetaba: "¿Es usted buena para el sexo?". Finalmente la señora no pudo tolerar más aquella situación. Se armó de valor, y decidió darle al bellaco una lección. Cuando éste le preguntó: "¿Es usted buena para el sexo?" -le contestó con decidido acento: "Sí, soy muy buena para el sexo. ¿Por qué?". Replica el individuo: "Entonces dígale a su marido que deje en paz a mi mujer"... En su cama del hospital el señor al que le habían practicado una operación quirúrgica empezó a despertar de la anestesia. Su esposa se inclinó sobre él, y el señor le dijo: "Eres hermosa". Luego volvió a cerrar los ojos. Poco después los abrió de nuevo, vio a su mujer y le dijo: "No eres tan fea". "¿Qué sucede? -le pregunta ella tratando de sonreír-. ¿Ya no soy hermosa?". Interviene el médico, y le explica. "Es que está saliendo de la inconsciencia"... Capronio, ruin sujeto, le reclama a su mujer: "Mira nada más el recibo del agua. ¡Tú y tus baños de tina! Y mira el recibo de la luz. ¡Tú y tu secadora de pelo! Y mira el recibo del gas. ¡Tú y tus intentos de suicidio!"... En el bar "Las frivolidades de Kempis" había este letrero: "Advertencia a nuestros clientes. El excesivo consumo de alcohol puede causar que mañana abra usted los ojos en la cama y vea a su lado a una mujer que no conoce, y además muy fea"... En la fiesta le propone Libidiano a una linda chica: "¿Quieres jugar al Mago Maravilla?". Pregunta la muchacha. "¿Cómo se juega eso?". Responde el salaz tipo: "Vamos a tu departamento, hacemos el amor, y luego me desaparezco"... Un tipo le pregunta a otro: "¿Qué buscas en una mujer?". Responde el otro: "Que tenga buenas piernas". "No -aclara el primero-. Quiero decir ¿qué buscas en una mujer para entablar con ella una relación?". Contesta el tipo: "Que tenga piernas muy buenas". "No me entiendes -insiste el amigo-. Lo que quiero que me digas es: ¿qué buscas en una mujer para entablar con ella una relación que dure toda la vida?". "No -replica aquél-. Ninguna mujer tiene las piernas tan buenas"... FIN.