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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Esta columnejilla se compone, igual que el mundo, de cuatro indispensables elementos. Primero: un descarado cuentecillo intitulado "El cínico". Segundo: una anodina reflexión motivada por el citado cuento. Tercero: un chisme de Hollywood, con el cual pretendo -quizás inútilmente- hacer que luzca más la ceremonia de los Óscares. Cuarto: una pícara historieta final. Va el anunciado cuento. Doña Castalia, esposa abnegada, espejo de virtudes, le reclamó con llanto a su marido, un descarado señor de nombre don Cinicio: "Me dicen que tienes otra vieja". "Vieja tú -contesta el tarambana-. Ella tiene 21 años". "Y me dicen también -prosigue con desolado acento la señora-, que duermes con ella tres noches por semana". "Contigo duermo -replica el deslenguado-. Con ella no pego los ojos en toda la noche". "También me dicen -continúa, gemebunda, la mujer- que le tienes puesta una casa chica". "¿Chica? -se burla el insolente-. Chica la casa donde vives tú. A ella le hice una residencia". No quiero gastar más mi fatigado cálamo en narrar las impudicias del procaz sujeto. Sólo quiero decir una vez más que la sabida máxima según la cual "todo tiempo pasado fue mejor", es solemnísima mentira. Al menos en cosas de la cintura para abajo, todo tiempo pasado fue igual. Decía una copla anónima que se cantaba en Oaxaca a mediados del siglo dieciocho: "Si no quitan el noveno, / y el sexto no lo rebajan, / ya podrá Diosito bueno / llenar su cielo con paja". Los traviesos versillos aludían a los mandamientos relacionados con los pecados de la carne. Alcancé todavía el tiempo cuando tener "un segundo frente", una casa chica, era símbolo de estatus, pues daba clara seña de riqueza: el señor podía tener dos mujeres, dos familias. Aquello era visto con relativa naturalidad, y tolerado -a querer y no- por la esposa legítima. De niño, jugando en casa de un amiguito mío, oí que alguien preguntaba: "¿Está el señor?". Y respondió la esposa con llaneza: "Está en la otra casa". Por eso cuando escucho decir que los tiempos actuales son de inmoralidad, y muy virtuosos los de ayer, no puedo menos que esbozar una sardónica sonrisa. (Eso de "sardónica sonrisa" viene del nombre de una planta, la sardonia, originaria -su nombre así lo indica- de Cerdeña, cuyo zumo producía una mueca parecida a la sonrisa). Tampoco podemos presumir nosotros de una renovación espiritual. La costumbre de la casa chica ha desaparecido, eso es muy cierto, pero no por razones de moral, sino de economía. ¿Quién puede ahora mantener dos casas, cuando el sostenimiento de una ya es difícil? Ni Hegel ni Marx el malo (o sea Karl; el bueno es Groucho) escribieron una obra que bien pudo llamarse: "A la virtud por el camino de la Economía". Podemos achacar a la crisis todos los males habidos y por haber, pero reconozcamos que ha favorecido la fidelidad marital... El chisme hollywoodense de hoy. La bella actriz Luise Rainer (Óscar en 1937 por "La buena tierra"), se divorció de su esposo, el dramaturgo Clifford Odets, porque éste jamás cumplía en la cama sus deberes conyugales: un sospechoso siquiatra le dijo que si tenía sexo perdería sus facultades de escritor. (Caón, si eso fuera cierto yo ya no podría escribir ni una sola línea)... Y ahora, la pícara historieta final... Dos amigas se encontraron. En el curso de la conversación una le pregunta a la otra: "Y ¿cómo te va en el renglón del sexo?". "Lo tengo -responde la amiga-, pero estilo cheque de desempleo". Pregunta la primera: "¿Cómo es eso?". Contesta la otra: "Recibes uno al mes, pero nunca es suficiente"... FIN.

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