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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

En el bar una mujer vio a un hombre guapo. Se acercó a él y le dio a entender que estaba disponible para eso que se llama "un acostón". "No, gracias -declinó la oferta el tipo-. Quizás esto te llame la atención, pero he decidido guardar continencia sexual hasta que encuentre la mujer perfecta". "Caray, te felicito -le dice la mujer, impresionada-. Eso me parece maravilloso". Contesta el individuo: "Qué bueno que así te lo parezca, porque a mi esposa no le gusta nada"... Los equilibrios que los mexicanos inventamos son muy desequilibrados. En México el fiel de la balanza es muy infiel. Nos es desconocido el punto medio: nuestro símbolo es un péndulo que pasa de un extremo al otro. Los latinos hablaban de la "aurea mediocritas", que no es dorada mediocridad, sino armonía perfecta que salva de los extremismos. Eso se expresa con un refrán de pueblo: "Ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre". Nosotros usamos nuestra propia máxima: "¡Échenle copal al santo, aunque le jumeen las barbas!". Digo todo esto para señalar que del presidencialismo absoluto hemos pasado al absoluto antipresidencialismo. Antes el Presidente de la República era una especie de Júpiter Olímpico que dispensaba gracias o fulminaba rayos de castigo según su omnímoda, libérrima y autónoma voluntad. Era un dios el Presidente, así fuera un dios enloquecido por los mefíticos miasmas del poder. (Un momentito, por favor. Voy a apuntar eso de "los mefíticos miasmas del poder", no sea que se me ofrezca para algún discurso. Espero que los miasmas del poder no se me enojen porque los llamo mefíticos). Ahora el Presidente está disminuido, y el último y más hirsuto de los diputados recibe mejor trato que él. Los susidios, soponcios y arrechuchos que Calderón hubo de soportar en Mérida son sólo una más de las continuas muestras que evidencian el desplome de la figura presidencial, ayer tan venerada. Yo digo que eso no está bien. Sea quien sea el Presidente -sea Fox, Marta Sahagún o Calderón- su investidura debe recibir respeto. Mientras en Estados Unidos los Presidentes son recibidos de pie y con aplausos, aun en medio de un ambiente hostil, a los acordes de "Hail to the Chief", acá se les abuchea y se les dicen cosas que harían estremecer las paredes de una pulquería. Eso es peligroso. Las instituciones en que se basa la República están ya muy socavadas como para encima debilitarlas más. No se trata de repetir el ritualismo y sumisión de los pasados tiempos, no. Se trata de respetar; de respetarnos; de guardar las formas necesarias para una convivencia política civilizada. Con esto no estoy defendiendo a Calderón. Estoy defendiendo un mínimo de apego al modo de ser republicano. "Compórtense con conducta" -les dice don Abundio a sus bisnietos cuando se están portando mal. Así, con conducta, debemos actuar también nosotros, para no asustarnos después si de nuestros excesos deriva algún exceso... He cumplido por hoy mi deber de orientar a la República. Procedo ahora a narrar una historieta final que baje el telón de esta columnejilla... Hablaban tres sujetos. Dice el primero: "Tener cojones significa llegar a tu casa a la hora que te dé la gana sin dar ninguna explicación a tu mujer". "No, -dice el segundo-. Tener cojones significa llegar a tu casa a la hora que te dé la gana y ordenarle a tu mujer que se levante y te sirva algo de comer". Dice el tercero: "No. Tener verdaderamente cojones significa llegar a tu casa a la hora que te dé la gana, darle una palmadita en la pompa a tu mujer y decirle: 'Voltéate, preciosa. Ahora sigues tú'"... FIN.

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