Don Astasio llegó a su casa y sorprendió a su esposa Facilisa refocilándose con un desconocido. Desconocido para él, claro, pues ella tenía familiaridad con el amasio, a juzgar por las expresiones con que se dirigía a él para excitarlo en sus eróticos meneos. Le decía: "¡Cochototas!", "¡Negro santo!" y "¡Méngache mi Chicharote!". Colgó en el perchero don Astasio su sombrero y su bufanda, y fue en seguida al chifonier donde guardaba una pequeña libreta en la cual anotaba dicterios para enrostrar a su mujer en esos casos. Volvió a la recámara y le dijo: "Proseda!". Tal era una de las muchas palabras que usaban los romanos de la época clásica para nombrar a las rameras. "¡Ay, Astasio! -se impacientó ella-. Cuando hablas así no hay quién te entienda. Dime con claridad qué quieres, pues como ves estoy muy ocupada; no puedo permitirme distracciones". Inquirió don Astasio airadamente: "¿Quién es este individuo?". Se volvió la señora hacia el sujeto y le dijo: "La pregunta de mi marido es procedente. Díganos: ¿quién es usted?". Declaró el individuo: "No acostumbro revelar mi identidad. Básteles saber que trabajo para la CIA". "¡Ah, CIA! -exclamó don Astasio conmovido alzando la mirada al cielo-. ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!". Luego le demandó al coime de su esposa: "Salga usted ipso facto de mi casa". "Lo haré tras de vestirme -dijo el hombre-, pues no me gusta enseñar mis cualidades. Dígame: ¿quiere usted que al salir firme el libro de visitas?". "Podemos obviar el trámite -replicó dignamente don Astasio-. Y que no vuelva yo a verlo por aquí". "No me verá otra vez -ofreció el tipo-. Seré más cuidadoso al calcular el tiempo de su ausencia". Y salió dejando satisfecho a don Astasio e insatisfecha a doña Facilisa. ¡Ah, cuánta razón tenía Balzac al hablar de las desdichas conyugales! En el latín que usó el mitrado esposo habría que decir: "... 'Suscipite amorem, non bellum'... Eheu! Iuncti matrimonio, suscipite utrumque". "... 'Haz el amor, no la guerra'... ¡Carajo! Cásate, y haz las dos cosas"... Reflexión política: malo es que los políticos no trabajen; peor es que no dejen trabajar. Inscribiré esa frase en bronce eterno o mármol duradero, pues pienso que es para la posteridad. Algunos dirán que es sólo para la parte posterior, pero yo veo en ella un retrato de nuestra realidad. Muchos mexicanos están ahora invirtiendo en Estados Unidos por causa de la inseguridad que priva aquí. Algunos de ellos han compartido conmigo su sorpresa -agradable sorpresa- al ver la facilidad con que en "el otro lado" se puede abrir un negocio. Eso contrasta con las dificultades de todo orden que afronta aquél que quiere iniciar en México una empresa. Tal se diría que aquí el Gobierno estorba deliberadamente la libertad de acción de los particulares, y les impide crear empleos y generar riqueza. País de trámites es el nuestro, donde parece que ni siquiera puede morirse el ciudadano sin previo permiso de la autoridad. La falta de gobierno es anarquía; el demasiado gobierno es inactividad. (Esta última frase también la inscribiré en bronce eterno o mármol duradero, si el Gobierno me da licencia para hacerlo)... El jefe de personal le informa a Babalucas: "Empezará usted con 2 mil pesos semanales. En seis meses le aumentaremos a 2 mil 500". Babalucas responde: "Entonces volveré en seis meses"... Un hombre le dijo al siquiatra: "No tengo éxito con las mujeres, doctor. Soy demasiado tímido". El analista lo trató. Pocas semanas después regresó el tipo. "¡Gracias, doctor! ¡Me curó usted! Ahora salgo cada noche con una mujer distinta. Tengo de todas: rubias, morenas, pelirrojas. Sólo hay un problema". Pregunta el facultativo: "¿Qué problema es ése?". Responde el individuo: "Esto no le está gustando nada a mi esposa"... FIN.