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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Don Mitro le contó a su amigo: "Tengo un problema con mi esposa: nunca me hace piojito cuando se lo pido". Responde, pensativo, el otro: "Extraño comportamiento es ése. Si te hace güey no veo por qué no te quiera hacer piojito". (Para beneficio de mis cuatro lectores en el extranjero diré que en México "hacer piojito" es un mimo consistente en rascar delicadamente con un dedo la cabeza de alguien. Un hombre estaba casado con una bruja. Cierta noche le pidió: "Hazme piojito". Desde entonces nadie lo ha vuelto a ver, pero algunos lo han sentido. Por otra parte, "hacer güey" a alguien es engañarlo)... Felipe Calderón le ordenó a su pupilo César Nava que vistiera un traje mayor que el de su talla; que ocupara una silla que le viene holgada; que levantara un peso superior a sus menguadas fuerzas. Al Presidente, por tanto, y no a Nava, han de atribuirse los asiduos deslices en que ha incurrido el PAN en las últimas semanas. Ya que no puede dirigir a la República, don Felipe se ha empecinado en dirigir al PAN. Entonces César Nava es sólo el que recibe las bofetadas, y el poder tras el trono es el poder frente al trono. Cohetero sin fortuna, a Calderón se le atribuye todo lo malo que pasa en el País, y ahora también se le achaca todo lo malo que en el PAN sucede. Así las cosas, lo mejor que a Nava le podría suceder es que alguien lo sucediera. Y ya... Tres votos de gratitud. A las mil generosas maestras morelenses que se pusieron en pie para aplaudirme después de mi peroración en Oaxtepec con motivo del Día de la Mujer. Al personal de Aeroméxico, en Monterrey, pues por su eficiencia y amabilidad pude tomar mi vuelo este domingo último, a pesar de una falla en la reservación de la que nadie más que yo era responsable. Y gracias, muchas gracias, a don Santiago Carrasco Scherer, por haber enviado a Reforma este mensaje: "Catón es lo mejor que se puede leer en la prensa escrita de México. Su buen humor y sencillez le regresan a uno la sonrisa que se llega a extraviar"... Don Usurino, el avaro del pueblo, tenía un hijo. Único hijo, claro, pues hasta en eso quiso ahorrar el viejo cutre. Ignoraba que el dinero es como el abono que se pone a la tierra para que dé más fruto: no sirve si no se distribuye. Sucedió que el muchacho fue a cenar con su novia. A su regreso le preguntó don Usurino, inquieto: "¿Cuánto costó la cena?". Responde el chico: "60 pesos por los dos". "¡Vaya! -suspira con alivio el viejo cicatero-. No fue mucho". Explica el muchacho: "Es todo lo que ella traía". (¡Ah, joven matatías, llevas los mismos pasos que tu roñoso padre! Alguna vez quizá serás como el famoso Howard Hughes. Un periodista lo llamó "millonario perverso, paranoico, megalómano, soberbio e inmoral". Irritado exclamó Hughes: "¡Ese hombre me insulta! ¡Soy billonario!")... El asaltante apunta con su pistola a la cajera del restorán de comida rápida, y le ordena con tono amenazante: "¡Deme el dinero!". Pregunta la muchacha: "¿Es para llevar?"... El cantinero ofreció un premio al mejor brindis de la noche. Empédocles brindó: "¡Por que pueda yo estar siempre entre las piernas de mi esposa!". Con eso ganó el premio. Llegó a su casa, y le contó a su mujer lo sucedido. "¿Cuál fue tu brindis?" -preguntó ella. Empédocles mintió: "Brindé diciendo: '¡Por que pueda yo estar siempre en la iglesia con mi esposa!'". Días después un vecino vio en la calle a la señora, y con sonrisa traviesa la felicitó por el brindis de su marido. Respondió ella: "Me pareció muy raro que hubiera brindado en esa forma. Hace más de 10 años que no ha estado ahí, y la última vez que estuvo casi tuve que llevarlo de las orejas"... FIN.

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