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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Simpliciano, joven varón sin ciencia de la vida, llevaba ya cinco años de casado con Dulcilí, muchacha igualmente candorosa, y ella no había quedado embarazada. Un somero interrogatorio por parte del papá del desposado puso de manifiesto lo increíble: ¡Simpliciano ignoraba lo que debía hacer para poner a su mujercita en estado de buena esperanza! Su padre lo instruyó: "Debes hacer con tu mujer lo que hacen los perritos en la calle". Al día siguiente Simpliciano le dijo desolado a su papá: "Creo que después de todo no vamos a tener hijos. Me fue imposible convencer a Dulcilí de hacer eso en la calle"... Sonorosa palabra es "aherrojar", por vibrante y gutural. Significa ponerle hierros a alguien, oprimirlo, subyugarlo. En México los partidos políticos tienen aherrojados a los ciudadanos. Y tienen también subyugados y oprimidos a los propios políticos. Voy a explicarme, como dijo el sultán cuando le mostró una guillotina pequeñita al hombre que había penetrado en su harén, tras de lo cual le dijo: "Aquí a los intrusos no les cortamos la cabeza". En violación flagrante de la Constitución, los partidos limitan a los ciudadanos el ejercicio de sus derechos políticos, pues tienen el monopolio de las candidaturas a los puestos públicos. En efecto, nadie puede aspirar a un cargo de autoridad o representación si no es postulado por alguno de esos organismos monopólicos. Bajo la misma férula se encuentran quienes pertenecen a los partidos, pues dependen de la voluntad de sus dirigentes para obtener una postulación. ¿Cuál es la solución a esto? Mi trabajo no es andar por ahí aportando soluciones. Me va a suceder lo que al maestro Juanito García, profesor de Química en el glorioso Ateneo Fuente de Saltillo, que mezcló en una probeta dos soluciones químicas, y dijo a sus estudiantes que de ellas iba a resultar un líquido blanco. Cuando el tal líquido salió más negro que la tizne, el azabache, el ébano o el carbón, Juanito sin turbarse, completó la frase: "un líquido blanco... negruzco". No cabe duda: el indebido monopolio que detentan los partidos es anticonstitucional. (En México la ley consiste a veces en dar forma jurídica a la ilegalidad). La solución a ese monopolio está, por lo que hace a los ciudadanos, en las candidaturas independientes, y, en lo que atañe a los políticos, en la reelección. Los ciudadanos deben poder presentarse como candidatos a un puesto público sin tener que pasar por las horcas caudinas (¡bófonos!) de los partidos; y si quienes tienen un cargo pueden reelegirse en él ya no dependerán de la voluntad omnímoda (otro ¡bófonos!) de un líder, sino del voto de los ciudadanos a quienes gobiernan o representan. El principio de la solución ahí está; lo he señalado con meridiana claridad. Si la República no sigue mis orientaciones, en su salud lo hallará... Doña Cotonita, la señora encargada de la limpieza en la oficina, le dice a Rosibel, secretaria de don Algón: "El otro día, cuando limpiaba el escritorio del jefe, encontré en el cajón un paquetito de condones". "¿Ah sí? -contesta Rosibel-. Y ¿qué hizo usted?". Responde con sonrisa traviesa doña Cotonita: "A todos les hice un agujerito". Al escuchar aquello Rosibel se desmayó... El mago preguntó si entre el público había alguien que supiera algún truco, y que quisiera hacerlo en el escenario. Subió un hombre de edad madura y dijo: "Para hacer mi truco necesitaré una mesa, y la ayuda de su linda asistente". Salió la muchacha, el tipo la acostó sobre la mesa y ahí procedió a hacerle el amor. Espantado exclamó el mago: "¡Eso no es un truco!". Replicó el hombre: "No lo será para usted. ¡Para mí es magia pura!"... FIN.

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