Los marcianos capturaron a una pareja de terrícolas. Querían ver cómo se reproducían. El hombre y la mujer hicieron la demostración. Pregunta el jefe de los alienígenas: "Y ¿cuándo nacerá la nueva criatura?". Responde el hombre: "Dentro de nueve meses". El marciano se asombra: "¿Y entonces por qué al final se dieron tanta prisa?"... Gemebunda, la esposa le contó a su marido: "¡Me compré este vestido, y la vecina tiene uno igual!". Dice él: "Supongo que ahora vas a querer comprarte otro". "Bueno -aduce ella-. Eso saldría más barato que irnos a vivir a otra colonia"... Doña Jodoncia le dijo a una amiga: "Martiriano, mi esposo, está enojado conmigo porque tengo un cocodrilo adulto en la bañera". "¡Santo Cielo! -exclama la amiga con espanto-. ¿Qué haces con un cocodrilo en la bañera?". Responde doña Jodoncia: "Cuando voy a bañarme le tapo los ojos"... Mis cuatro lectores saben que Marcelo Ebrard no es uno de los personajes favoritos de esta columnejilla. Me encalabrina la mansedumbre que ha demostrado, y muestra todavía, ante López Obrador. No dudo que en su actitud haya cálculo político, pero le puede suceder a Ebrard lo que al sujeto que fue a dar al hospital por una zurribanda que le propinaron. Con feble voz explicó el motivo de la tunda: "En la cantina dije: 'Calculo que todos los que están aquí me vienen guangos'. Calculé mal". Por eso y otras cosas el Jefe de Gobierno del DF no cuenta aquí con asiento de primera fila. Sin embargo este día voy a darle un aplauso que llenará el Zócalo cuando lo desocupe el gallinero que ahora tiene ahí. ¿Por qué ese aplauso a Ebrard? Por la manera firme y valerosa en que ha apoyado las uniones civiles entre personas del mismo sexo, hasta el punto de figurar como padrino en varias de ellas. Pienso que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal dio un gran paso en la lucha contra la discriminación al formalizar esas uniones, y creo que algunas autoridades -entre ellas las del IMSS- se equivocan al interpretar restrictivamente ciertas leyes, con lo que impiden que quienes contraen aquellas uniones gocen de los mismos derechos que las parejas heterosexuales. Llegue mi felicitación, entonces, a los legisladores y legisladoras de la Capital; reciban mis deseos de ventura las parejas que de ese modo consagraron el amor que las ha unido, y vaya el anunciado aplauso para Marcelo Ebrard, aplauso que doy con ambas manos, para mayor sonoridad y efecto: ¡Clap clap clap clap clap clap clap!.. Don Astasio llegó a su casa y encontró a su esposa Facilisa yogando con un desconocido. Desconocido para él, claro, pues las palabras con que la señora se dirigía a su querido denotaban antigua familiaridad. Le decía "pechocho", "papasote" y "mi pipiripau". Don Astasio colgó en un gancho el sombrero y la bufanda -se la ponía cuando el termómetro marcaba menos de 24 grados Celsius-, y fue al chifonier donde guardaba una libretita con inris para afrentar a doña Facilisa en tales ocasiones. Regresó a la alcoba conyugal y, enérgico, le gritó a la pecatriz: "¡Zurrapia!". Ésa es una de las muchas palabras que el Diccionario de la Academia ha recogido para nombrar a la mujer complaciente con su cuerpo. "Ay, Astasio -se impacientó ella-. Me sacas de quicio con tus palabrejas. ¿Qué es eso de 'zurrapia'?". Explicó el pobre cuclillo: "El vocablo 'zurrapia' quiere decir ramera, prostituta, meretriz". "Ah, vaya -se tranquilizó la esposa-. Yo creí que significaba algo más feo. Ahorita que me desocupe voy a anotar la palabra, no sea que se me olvide y tenga que volver a preguntártela después en otra ocasión como ésta". Y así diciendo doña Facilisa siguió en sus eróticos meneos. Podrá tener muchos defectos, pero no es mujer que se distraiga en sus quehaceres... FIN.
