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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

El juez le dice al acusado: "Encontré infundado el cargo de bigamia que pesaba sobre usted. Lo declaro inocente. Puede irse a su casa". Pregunta el tipo: "¿A cuál de las dos?"... Un hombre solitario bebía, silencioso, en la cantina. El tabernero, a quien su oficio había hecho compasivo, le preguntó la causa de su melancolía. Narró con triste acento el individuo: "En noviembre pasado falleció mi abuelo paterno, y me nombró su heredero universal. En diciembre mi abuelo materno pasó también a mejor vida, y me designó su único heredero. En enero murió mi padre, y me dejó todos sus bienes. En febrero murió un tío, y me heredó su fortuna. Y ahora, mire: ya está acabando marzo ¡y nadie se muere todavía!"... En mi ciudad, Saltillo, el sol sale por la Sierra de Zapalinamé. Se llama así esa cadena montañosa en memoria de uno de aquellos "bravos bárbaros gallardos", belicosos aborígenes que terminaron por desaparecer, pero no se rindieron nunca a la dominación de los recién llegados. Estribación de la Sierra Madre Oriental, nuestra montaña es madre protectora, pues nos ampara de las trombas que desde el Golfo vienen. Choca el turbión contra ella como contra una muralla, y ahí muere. "El ciclón cedió en la Madre", rezaba una pícara cabeza de periódico. Yo conozco esa sierra como la palma de mi mano me conoce a mí. Excursionista joven, caminé todas su veredas; subí todas sus alturas; escalé todos sus picos, y una vez, perdido en sus fragosidades, me encontré a mí mismo. Oigo aún en los ecos del recuerdo los nombres sonorosos de sus abruptos sitios: "Los Aguajes"; "El Cañón de San Lorenzo"; "El Picacho", "El Agua del Oso"; "El Penitente". Un amanecer brumoso llegué a aquella planicie en lo alto de la sierra, y vi una manada de caballos salvajes -el enhiesto macho, las temblorosas hembras, los impacientes potros y los potrillos que estrenaban vida- abrevando en un estanque de aguas quietas colmado por las recientes lluvias. Después la Sierra de Zapalinamé fue lastimada. Hombres que querían dinero le hirieron el rostro para sacar de él materiales y venderlos. Maculan todavía con sus explotaciones el claro cielo de Saltillo, lo llenan de polvo, y siguen degradando, para provecho propio, el paisaje que nos pertenece a todos. Por fortuna hay gente que ama a la naturaleza -esa tarjeta de presentación de Dios-, y lucharon para frenar la torpe depredación. Una respetada bióloga, la maestra Eglantina Canales, promovió la creación del Área Protegida de la Sierra Zapalinamé, y sus esfuerzos, con los de otros ambientalistas, lograron fruto: se fijó el mes de mayo como fecha límite para la extracción de esos materiales. El daño que han causado las pedreras no tiene ya remedio, pero es mejor tarde que nunca. Desde ahora me declaro en sesión permanente para vigilar que, efectivamente, en la fecha fijada se suspenda ese atentado, y quede a salvo el patrimonio natural que pertenece a la comunidad, y no a unos cuantos. Así mis recuerdos no se convertirán en polvo, en ruina, en fealdad... Pensando en los días que se acercaban dijo Jesús a sus discípulos: "Ahora me véis, y luego ya no me veréis. No me veréis, y luego de nuevo me veréis". San Pedro le contesta: "Por eso te queremos, Señor. Por la claridad con que nos hablas"... Babalucas, recién casado, andaba cogitabundo, cabizbajo. Le preguntó un amigo: "¿Qué te pasa?". Contesta él: "Me hice un examen médico, y resultó que soy estéril. Busqué más opiniones, y todas coinciden: no puedo engendrar hijos". Le aconseja el amigo: "Debes decirle eso a tu esposa. Estoy seguro de que ella entenderá". "No sé cómo decírselo -vacila el tonto roque-. Acaba de salir embarazada"... FIN.

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