Don Juan Jacobo Nihilio era radical ateo. Cuando cantaba el Himno Nacional decía: "... Que en el cielo tu eterno destino / por el dedo de mmmm se escribió...". Una vez tuvo comercio de libídine con una madura dama norteamericana. En el momento del orgasmo ella empezó a gritar: "Oh my God! Oh my God!". Enojado, don Juan Jacobo se vistió y se fue. A diferencia del señor Nihilio yo no me ato jamás a una idea, ni siquiera a las mías. Con frecuencia cambio de opinión; así no aburro a quien me lee. Si hoy digo "negro", quizá mañana diré "blanco". (A lo mejor por eso acabo siempre en gris). Una idea puede ser muy peligrosa, sobre todo si sólo tienes una. Muchas de las ideas por las que murieron incontables hombres acabaron finalmente por morir. Por eso soy muy cuidadoso con mis ideas. Las manejo con pinzas (para cejas, pues son ideas pequeñas). De hecho confío más en mis sentimientos que en mi ideología. Casi todas mis ideas han demostrado estar equivocadas; en cambio en mis sentimientos nunca erré, al menos en el momento en que los sentía. Sin embargo tengo una idea sólida: infinitos males surgen cuando el hombre desvaloriza a la mujer. Un griego de la época clásica dijo esta insensatez: "De tres cosas doy gracias a los dioses: de haber nacido humano, y no animal; de haber nacido griego, y no bárbaro; y de haber nacido hombre, y no mujer". De ese desprecio por lo femenino derivó el que a lo largo de los siglos fue llamado "el vicio griego", el trato sexual pervertido -no natural, ni fruto de una elección libre- entre un hombre y otro. Curiosamente, en esto la iglesia católica se ha asemejado al paganismo. A pesar de la exaltación que hace de hermosas y sublimes figuras femeninas, como la de María, lo cierto es que el catolicismo ha sentido por la mujer una inquina que parece consustancial a la religión judaica del Antiguo Testamento, y que fue mantenida por el cristianismo. La culpa de Eva, a quien se atribuye la perdición del género humano, coloca a la mujer en posición de desventaja frente al hombre. Al paso de los tiempos no se ha diluido esa actitud. Incansable buscador de libros raros, hallé en cierto baratillo uno muy curioso. Se llama "El botiquín del alma", edición de la Linotipografía "Lumen", hecha en León, Guanajuato, el año 45 del pasado siglo. Ahí recoge el Padre Cruz Ramírez la frase latina de un tal Cardenal Bona: "Suum more illa retinet, semper hominem expellit e Paradiso". "Ella (la mujer) conserva su costumbre de arrojar siempre al hombre del Paraíso". Y glosa la tal frase en estos versos que titula "Astucia": "Sabe muy bien la mujer / -como la primera lo hizo- / arrojar del Paraíso / al hombre que se le acerca. / Para conquistar al hombre / que con ella está en contacto, / instintiva astucia o tacto / tiene, y además es terca". No se diga que ha cambiado esa actitud hacia lo femenino. La mujer está excluida de importantes funciones eclesiales, aunque hay indicios promisorios -las ministras de la eucaristía, por ejemplo- que hacen abrigar esperanzas en un cambio. (Hasta hace no muchos años habría sido impensable que un laico, y menos todavía una mujer, tocara la sagrada forma). En todos los grupos humanos donde no hay presencia de mujer -internados masculinos, prisiones sin visita conyugal- suelen aparecer desvíos sexuales. Cuando la Iglesia revalore a la mujer, y modifique su actitud hacia ella, podrá librarse en mucho de abominaciones como la pederastia, que -lo dijo antier el Papa Benedicto- la tienen gravemente herida... FIN.