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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Ingenioso señor fue Bernard Shaw. En cierta ocasión una señora le dijo, emocionada: "¡Permítame usted besar la mano que escribió 'Pygmalion'!". "No la bese -respondió él-. También ha hecho otras cosas". Solía decir ese gran irlandés: "Inglaterra y Estados Unidos son dos países separados por el mismo idioma". Era muy flaco Bernard Shaw; era de carnes magras, escuchimizado. Un día se topó con Chesterton, hombrón de estatura procerosa, ventripotente, craso". George -le dijo a Shaw el autor de "Orthodoxy"-, cualquiera que te vea pensará que hay escasez de alimentos en la Gran Bretaña". Replicó Bernard Shaw: "Y cualquiera que te vea a ti pensará que tú eres el culpable". Acerca del baile declaró: "Es la expresión vertical de un deseo horizontal". Samuel Goldwyn, el famoso productor de Hollywood, pretendió llevar al cine una de sus obras. A fin de pagar por ella un precio bajo le dijo al escritor: "Yo soy un empresario, pero pongo al arte por encima del dinero". Contestó Shaw: "En cambio yo soy un artista, pero pongo al dinero por encima del arte". La frase de él que más me gusta, sin embargo, es ésta: "No dejamos de jugar al sexo porque nos hacemos viejos. Nos hacemos viejos porque dejamos de jugar al sexo". Hombre de genio e ingenio fue ciertamente Shaw. No ha de extrañar, entonces, que uno de los personajes más conocidos de esta columnejilla, don Astasio, sea lector devoto del autor de "Man and Superman". Una tarde llegó don Astasio a su casa, y encontró a su esposa, doña Facilisa, en apretado concúbito carnal con el vecino de al lado. Colgó don Astasio la bufanda, el saco y el sombrero en una percha, y luego fue al chifonier donde guardaba una libreta con insultos para decirlos a su mujer en tales ocasiones. Regresó a la alcoba conyugal y le espetó a la pecatriz este dicterio: "Fuath striapach!". Eso en Irlanda significa algo así como: "¡Odiosa prostituta!". Doña Facilisa desconoce la fuerte lengua de Eire, de modo que no entendió la frase que su marido había tomado de George Bernard Shaw. Le pidió a don Astasio: "Lo que debas decirme dímelo en castellano, que es el idioma oficial de la República. Si yo le cobrara a este señor lo haría en pesos, que es la moneda de curso legal en el País, no en libras esterlinas". Añadió doña Facilisa, a fin de justificar su proceder: "Así como hay 'política del buen vecino', debe haber también 'política de la buena vecina'". Con eso pretendía explicar su conducta, y el generoso acogimiento que daba al caballero que vivía al lado. "Cuando he necesitado una taza de azúcar, él siempre me la ha proporcionado", dijo también para dar mayor fuerza a su argumentación sobre la buena vecindad. Calló don Astasio, y pensativo salió del aposento. Iba considerando que hasta la buena vecindad debe tener sus límites. A la gobernadora de Arizona, por ejemplo, se le puede calificar con los peores adjetivos por su política de discriminación y hostigamiento contra los inmigrantes. Cuando vaya yo a viajar por carretera de Saltillo a Los Ángeles, evitaré pasar por Arizona. En vez de hacer la ruta Saltillo-Nuevo Laredo-San Antonio-Lubbock-Albuquerque-Phoenix-San Diego-Los Ángles, me desviaré en Albuquerque para ir a Denver, Colorado; de ahí viajaré a Salt Lake City, Utah; luego iré a Las Vegas, y entonces sí me encaminaré a Los Ángeles, mas sin pasar por Arizona, al menos mientras esté en el cargo esa áspera mujer cuyo nombre no pongo aquí por dos razones principales: la primera, porque no quiero inficionar con él estos renglones; la segunda, porque no recuerdo su nombre. Mientras tanto le envío por este medio una sonora trompetilla: "¡Ptrrrrrrrrr!... FIN.

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