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DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

Cinco de Mayo... El general Ignacio Zaragoza no pensó que este florido mes se llenaría con tantas fechas de celebración: Día del Trabajo, Día de la Madre, Día del Maestro, Día del Estudiante, entre otras muchas y variadas fiestas. Si hubiese considerado eso, quizás habría organizado su batalla contra los franceses en otro diferente mes no tan cargado con fastos de todo orden. Pero un acierto tuvo Zaragoza: libró el combate en mes propicio a los festejos de nuestros paisanos que viven y trabajan en Estados Unidos. Para ellos esta fecha asume importancia mayor que el 15 de septiembre. Yo me preguntaba por qué, hasta que una voz en mi interior me dijo: "¡La economía, indejo!". En efecto: las fiestas mexicanas del 5 de mayo han sido patrocinadas en buena parte por las empresas cerveceras. En septiembre ya hace frío en muchas zonas de la Unión Americana, pero en casi todas el mes de mayo permite el libérrimo consumo de la dorada y espumosa malta, para provecho de los patrocinadores. Con eso quiero decir que Marx el Malo (o sea Karl; el Bueno es Groucho Marx) tuvo razón, al menos en la importancia que dio a lo económico. En efecto: atrás de casi todo está el dinero. Y adelante también, y a los lados, y arriba y abajo. Por doquier -y en todas partes, además- el afán crematístico aparece como causa primera de las cosas. En El Chorro, un salto de agua en la puerta de la Sierra de Arteaga, hermosa región boscosa cercana a mi ciudad Saltillo, alguien cavó una gruta en el reliz de la montaña, a la orilla de la carretera, y puso ahí una imagen de la Guadalupana. Los camioneros que pasaban se detenían -son devotos, igual que la gente de mar y los toreros, pues andan siempre en el peligro-, y con breve oración le pedían a la Virgen su protección y amparo, y le llevaban un cirio o veladora como ofrenda. Al ver que el número de visitantes iba en aumento, quien puso ahí la imagen colocó junto a ella un cepo o caja de limosnas. Pero era raro el visitante que dejaba una moneda: todos llevaban velas en prenda de su piadosa devoción. Irritado, el sujeto encargado de la gruta puso en ella un letrero admonitorio: "La Virgen no ciere cera, ciere dinero". Eso de "ciere" era falta de ortografía en vez de "quiere". Ahora bien. Quienes denunciaron por vez primera los abusos de Marcial Maciel merecen reconocimiento. Su valeroso grito de protesta sirvió para quitar la máscara a aquél a quien sus seguidores veneraban como santo. Algunos de los abusados, sin embargo, se están poniendo ahora demasiado abusados, y dan indicios de buscar dinero como resarcimiento del daño que sufrieron. Los duelos con pan son menos, eso es cierto, pero no menos cierto es que en este caso la búsqueda de la justicia sufre mengua con eso que, a los ojos de muchos, convertiría en negocio una cruzada. Considero, por otra parte, que el Cardenal Sandoval Íñiguez no parece ser la persona más indicada para emprender la refundación de la orden creada por Maciel. La nueva vida de los Legionarios, y lo valioso de su obra, han de fincarse en la humildad. Si me es permitido un pensamiento osado, yo pondría la Legión en manos de un hombre humilde, de alguien venido de otra parte y alejado de toda sombra de poder. En Sandoval Íñiguez no concurren esas cualidades. Las culpas de Maciel, incluso las de carne, derivaron de una sola culpa -la mayor entre todas-, que es culpa del espíritu: la soberbia. Pienso que después de este vía crucis la nueva vía de los Legionarios ha de ser vía de humildad. De ella derivará una nueva concepción de su labor, que tanto bien puede hacer después de que en modo tan doloroso se puso de manifiesto el mal... FIN.

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